“El hombre es tierra que anda” fue la máxima de Atahualpa Yupanqui que inspiró a los folcloristas rebeldes de la década del 60.

Uno de los primeros fue Jorge Cafrune, quien en plena dictadura grabó “El Payador Perseguido” de Yupanqui. En el año 1978, en el Festival de Cosquín interpretó  «El Orejano»: «Yo sé que en el pago me tienen idea porque a los que mandan no les cabresteo”. Un mes después fue atropellado en un confuso episodio.

Jorge Cafrune fue el primero en grabar canciones de José Larralde y en apoyarlo en los comienzos de sus carrera. Larralde contó que es un mito la creencia de que Cafrune lo presentó en Cosquín y aseguró que fue el periodismo el que logró que él subiera al escenario. «Hay un mito con que Cafrune me presentó en Cosquín. Cafrune cantaba temas míos cuando yo trabajaba de peón en el campo», afirmó.  Cafrune, en todas sus actuaciones mencionaba a «un chango de Huanguelén» para promocionarlo.

El chango de Huanguelén, cuyo nombre es José Teodoro Larralde Saad conocido simplemente como José Larralde hoy cumple 81 años. Es cantautor argentino que se ha destacado a lo largo de su trayectoria en la milonga campera.

Nació de la localidad de Huanguelén, en el sur de la provincia de Buenos Aires, desde muy pequeño, a la pronta edad de 7 años, comenzó a escribir esos versos de contenido crítico que, a lo largo de su vida, hablarán de oficios, situaciones y personajes que se cruzaron en su camino, incluso de política y cuestiones sociales.

«Con no olvidar suficiente,
pa’ que no pase otra vez»

Herencia pa’ un hijo gaucho – Parte I

Si se analiza su producción en forma global, es fácil entender el deprecio del intérprete por la maquinaria comercial y de la globalización, causante de la desvirtuación del género. Mezquino a la hora de figurar en los medios de prensa y recibir distinciones, rechazó sistemáticamente a lo largo de su carrera todo tipo de premios, negándose a que se incluyera su nombre en el Diccionario de la Real Academia Española.

En efecto, Larralde desarrolla desde hace años su labor artística lejos de los circuitos masivos de festivales y casi sin apoyo promocional.

Se consagró en el Festival de Cosquín, pero por voluntad propia decidió renunciar a ellos, nunca más aceptó actuar en ningún otro. Prefiere actuar en lugares cerrados con escaso público. Él sostiene que «en los festivales la gente bebe, canturrea, grita y baila mientras el artista actúa. En los festivales la gente va a divertirse, van a ver al Chaqueño Palavecino, a la Soledad, y a tantos otros. Ellos con sus canciones levantan al público» agrega “Suponete que yo tenga que subir después de Los Manseros o del Chaqueño ¿Qué hago yo sólito con una viola ahí?»

José Larralde, ex tractorista, albañil, mecánico, canchero y soldador, niega  ser folklorista, “ni siquiera me considero un músico o un poeta, sino más bien un escribidor que se acompaña de una guitarra”

Ha escrito más de seiscientas canciones, quizás la mitad de ellas no han sido aún editadas. Su estilo, el modo en el que logra describir escenas cotidianas, convierte en poesía aquellas cosas que muchas veces pasan por alto e invita a quien lo escucha a poder valorar pequeñas cuestiones de la vida cotidiana, como el canto de las aves, el mate, el amor de la familia, la naturaleza. En concordancia, en Cimarrón y Tabaco cita «se amontonan los años en el lomo esperando que mañana se otro día«

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