«Da la dimensión de la vida que ellos tenían»
La facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires reconoció a sus estudiantes desaparecidos en un emotivo acto donde se entregaron sus legajos académicos, a las familias. Allí participaron como Madres, y como referentes de Derechos Huamos, Nora Cortiñas, Taty Almeida y Lita Boitano.
“Valorar la vida y sostener la lucha” es la consigna que atesora con firmeza Nora Morales de Cortiñas, Norita Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora, y referente de derechos humanos en el país. Desde que su hijo Gustavo Cortiñas desapareció, en abril de 1977, Nora transformó su vida en la lucha por Memoria, Verdad y Justicia. Gustavo estudiaba Ciencias Económicas. “Estaba en tercer año, tenía ya más de la mitad de la carrera” agrega ante la consulta de Página/12, sobre el reconocimiento a estudiantes desaparecidos, realizado en la Facultad de Medicina, este jueves. Allí fueron entregados a las familias, los legajos de 140 estudiantes y graduados víctimas del terrorismo de Estado. “Fui a acompañar a mis compañeras, que recibían el legajo de sus hijos” detalla. Entre otros, el de Alejandro Almeida, entregado a su madre, Taty Almeida.
El cierre de ese acto estuvo a cargo de Lita Boitano, presidenta de Familiares de Detenidos Desaparecidos por Razones Políticas, Norita y Taty. “Fue muy hermoso porque se les rindió homenaje a estos jóvenes que tenían sueños, y estudiaban, tenían sus carreras, y eso se les tronchó”, describe.
El acto fue emblemático: por primera la facultad de Medicina de la UBA realiza un reconocimiento público por sus estudiantes y graduados, desaparecidos. Se revisaron 1500 fichas y se restauraron ya 140 legajos. Participaron docentes, no docentes y estudiantes, en una iniciativa que coordinó la Cátedra libre de Salud Mental y Derechos Humanos. Y fueron entregados por el rector de la UBA, Ricardo Gelpi, y el decano Luis Brusco. Un hecho histórico, movilizante y reparador, no solo para los familiares y compañeros presentes, también para la comunidad educativa .
Este reconocimiento “es bueno para las familias”, puntualiza Norita. Cada una de sus palabras expresa certeza. La firmeza que habita en la fragilidad de su cuerpo se manifiesta con claridad al reflexionar sobre “la tristeza que queda, porque a ellos se les tronchó la posibilidad de tener una vida”. Rescata el “trato contenedor y afectivo” de las autoridades académicas, y “lo emotivo del acto» al que llegó después de la Ronda de las Madres. Era jueves. Su cita es en Plaza de Mayo, a las 15.30.
“En cada carrera se están haciendo estos reconocimientos, y es interesante porque da la dimensión de la vida que ellos tenían, y de lo que hizo el terrorismo de Estado en la dictadura cívico militar eclesiástica”, sostiene. También es importante por que permite recordarlos, agrega. «Y mantener el deseo de seguir la lucha, en cada momento” insiste.
“Como ayer que fui a la Escuela de Moffatt”, comparte, sobre la entrega de diplomas de la Escuela de Psicología Social de Alfredo Moffatt. “Tan sencillo y emotivo todo, y Alfredo tan lúcido y tan inteligente, con una vida dedicada a la gente que más sufre y menos tiene, siempre poniendo el cuerpo. Siempre estando donde hay que estar”. Parece que habla de sí misma. Y define: “Gracias al amor que recibimos seguiremos andando, porque realmente están en la gente, el amor y la capacidad de darlo y recibirlo”.