Aleida Guevara es una de las cuatro hijas que el Che tuvo con su compañera guerrillera Aleida March y tenía solamente 6 años cuando su papa fue asesinado en Bolivia. Es médica pediatra y ha ejercido el internacionalismo en Angola, Nicaragua y Ecuador. Defensora de la revolución cubana, la hija de Ernesto «Che» Guevara pasó por Córdoba y habló sobre su infancia, el amor entre sus padres, el aborto legal y Santiago Maldonado. Poco se encargan los principales medios de comunicacion de que voces como la de Aleida se escuchen. Ser mujer y revolucionaria es considerado peligroso por las clases dominantes. Esta es parte de una entrevista que le hiciera recientemente un medio local La Nueva Mañana.
La entrevista se llevó a cabo cuando la hija del Che participaba la semana pasada del Primer Encuentro Internacional “Un Mundo Mejor es Posible”e inauguraba un laboratorio de análisis en la Clínica Oftalmológica Ernesto Che Guevara, donde el programa cubano Operación Milagro lleva concretadas más de siete mil cirugías de ojos de forma totalmente gratuita. Durante el encuentro se hicieron balances del “Yo, sí puedo”, la misión cubana que enseña a leer y escribir, en distintos países del mundo, entre ellos Argentina.
– ¿Cómo fue crecer con la imagen de un revolucionario mitológico pero a la vez padre, ‘amante’ de tu mamá, como él mismo firmaba en las cartas publicadas en el libro “Evocación”?
– Eso fue fácil porque mi mamá fue todo un bastión. Ella siempre nos dijo ‘ustedes siempre se tienen que parar muy firmemente sobre la tierra. Van a recibir muchas cosas por ser los hijos de un hombre que la gente ama y respeta, pero ustedes tienen que dejar pasar esas cosas cuando no se las han ganado por sí mismos’. Y eso fue fantástico porque nos hizo devolver lo recibido, y eso es un compromiso. Yo decidí ser médica siendo una niña. Primero porque siempre me gustó la medicina, pero después fue la necesidad que sentí de devolverle a mi gente todo lo que me habían dado.
– ¿De dónde pensás que el “Che” mamó su ser revolucionario?
– Justamente lo mamó, porque para mí que eso vino de su madre. Lo sacó de ella. Cada viaje a la Argentina me lleva a descubrir nuevas cosas. Como la primera vez que vine y conocí Rosario, la ciudad donde nació por casualidad mi papá y encontré detalles de mi abuela, que era una mujer fuera de serie. Embarazada y a punto de parir sale con el viejo (por el padre del Che) en barco y en esa época las mujeres embarazadas se quedaban en la casa. Y mi abuela no solamente sale, sino que coge un barco. Le dan los dolores de parto, para en Rosario y nació mi papá. Tenía que quedarse allá los 45 días de cuarentena y a los 15 días se largó. Imaginate tú que el niño que nace de esta mujer, genéticamente tiene una información especial. Ella también lo ayudó mucho cuando él era un asmático severo. Mi abuela insiste con su mensaje de no dejarse vencer por sus limitaciones físicas, nunca. Y él enfrenta su enfermedad con valor. Son interesantes las cosas que voy descubriendo.
– ¿Te imaginás qué hubiera pasado si no lo hubiesen matado en Bolivia?
– Habría llegado al norte de Argentina que era también su objetivo. Aquí se estaba preparando un foco guerrillero en Salta. Ahora yo estaría hablando más parecido a lo que tú hablas, con ‘che’ y ‘vos’, porque llevaría años viviendo con mi padre aquí. Mi mamá se iba a unir con él. Si la guerrilla duraba más de dos años, era el compromiso de él de mandarla a buscar. Ella hubiese venido detrás de él.
– ¿Cómo fue el momento en que te enteraste de su muerte?
– Yo tenía 6 años y estaba sola con mi mamá y ella me lee la carta de despedida. Fue la primera vez que la escuche en mi vida y fue un momento muy triste porque ella está llorando. Era 9 de octubre y yo cumplo años en noviembre, todavía no llegaba a los siete. El día anterior, mi tío Fidel nos manda a buscar a mi hermana mayor y a mí y se inventa una carta y nos dice que se la había mandado mi papá. Y en esa supuesta carta que mi papá nos mandaba nos decía que si un hombre caía haciendo lo que él quería, no se debería llorar por él. Y nos hace dar nuestra palabra de pioneras. Pero como yo no tenía los siete que se necesitaban para ser pionera en Cuba, me mira muy serio y me dice‘bueno, dame tu palabra de revolucionaria de que si eso ocurre tú no vas a llorar’. Y yo le di mi palabra. Al otro día cuando fui a ver a mi mamá ella empezó a leerme la carta en medio del llanto y a mí como que se me fue una lágrima. Pero me acordé de mi tío Fidel y me incorporé a la cama y le dije ‘mamá, no podemos llorar por él porque cuando los hombres mueren como quieren hacerlo, no se debe llorar por ellos’. Yo repetí exactamente lo que él me había dicho el día anterior.
Fue una cosa muy triste para ella porque mi papá era el hombre que ella amaba. Fue su primer novio, su amante, su compañero, su maestro, su guía, el padre de sus hijos. Él era todo. Ya me voy poniendo vieja y ahora sí lloro. Es que sientes con más fuerza la hermosura de la vida y te das cuenta que el de ellos fue un amor conmovedor. Mi padre fue un hombre que la amó sin discusión, en el combate, que la respetó y la tuvo como su igual. Y a pesar de ser un hombre valiente y fuerte, él es capaz de pedirle ayuda, porque para seguir su camino era necesario que ella lo apoyara y ella lo hizo.
– ¿En qué te ves parecida a tu papá?
– La forma de los ojos, la forma de la boca y un poco en la nariz. Pero la forma de los ojos y no el tamaño. Mi papá tenía ojos grandes y yo los tengo pequeños. Pero la forma es igual, así como la nariz y la boca. Las manos tampoco son parecidas. Mi papá tenía unas manos muy bonitas y las mías son normales. Por otro lado, mi papá era lo más desentonado que había en el mundo, cuando cantaba era horrible, parecía que ladraba. Además no tenía musicalidad alguna. Y parece que es de familia porque mi tío Roberto, que es el otro hermano de él, también es sordo completo a la música. Y de niña a mí siempre me gustó cantar y parece que tampoco era buena. Por suerte ahora soy pediatra y le canto a los niños.
– ¿Cuáles son de esas canciones las que más te gustan y te acercan a él?
– Está la de Carlos Puebla, “Hasta siempre comandante”, que es un himno internacional. Pero hay una de Silvio (Rodríguez) que no se conoce mucho, que es “Fusil contra fusil” y es una canción preciosa, con mucha fuerza. Y ahora en los últimos tiempos, tenemos a un cantautor cubano, Carlos Alfonso, que hizo una canción entrañable que se llama “Son los sueños todavía”. Y más para este lado, hay otra canción muy bonita que le hizo Karel García, titulada “Catorce verbos de junio para Guevara”, que se la compuso por su cumpleaños, que es el 14 de junio, y también es conmovedora.
– Durante los últimos meses en Argentina se debatió la ley por el aborto legal, que finalmente fue rechazada por el Senado. Como mujer y médica, ¿cuál es tu opinión respecto a la interrupción voluntaria del embarazo?
– Creo que es necesario, hija. El derecho de una mujer a hacerse un legrado es algo que nadie puede quitarle. Eres tú la que vas a tener dentro de tu cuerpo una vida. Y si esa vida no es realmente bienvenida es hacerle daño a un futuro ser humano que no pidió venir. Muchas veces vemos embarazos que resultan de violaciones y de la desinformación total que existe respecto a la salud sexual y reproductiva. El legrado es tremendamente peligroso porque es una operación a ciegas. El médico palpa con sus manos y se le puede ir la cuchareta. Siempre es un riesgo, por eso lo más importante es la educación sexual. Ahora, una vez que ya está el embarazo caminando, la mujer debe poder decidir si desea o no ser madre. En Cuba el aborto es legal y gratuito hasta las 12 semanas. Después de ese período se analizan otras variables, pero siempre protegiendo la vida de la mujer.
– En una de tus visitas a la Argentina estuviste en comunidades mapuches con Operación Milagro. El año pasado, tras una represión de Gendarmería, Santiago Maldonado desapareció y apareció muerto 78 días después. Cuando lo velaban, fue asesinado Rafael Nahuel por Prefectura. ¿Qué análisis haces de esta realidad?
– No me hables de eso. Es vergonzoso que estas cosas puedan ocurrir nuevamente en este país. Yo sé que no soy argentina y que no vivo aquí, pero soy mujer, médica e hija de un hombre que sintió las injusticias y luchó contra ellas. Si dijimos Nunca Más, es Nunca Más. No se puede volver a los años de terror, de tortura y desapariciones. Cuando tú hablas con las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y te cuentan las historias de sus hijos e hijas, cuando hablas con mujeres que soportaron eso, no puedes aceptar que vuelva a ocurrir. No puede ser.
Aleida vuelve a llorar. Tiene la voz gastada de pelear y hablar contra lo que le duele y de lo que la emociona. Y Santiago le toca las fibras. La conmueve.
– El Nunca Más tiene que ser una presión para este pueblo. Nunca más se puede permitir algo así. Y de alguna manera hay que usar este ejemplo de Maldonado para que la gente se dé cuenta que si nos descuidamos puede pasar. Porque ya pasó con él. Yo no sé lo que ustedes van a hacer. No les puedo decir tampoco. Pero yo prefiero 10 veces morir que permitir volver atrás. No pueden permitir que otros hombres y mujeres desaparezcan, se pierda toda una generación de argentinos, por indolencia de la gente, por miedo de la gente. Mi papá dijo una vez: ‘Es necesaria la paz, pero primero la paz con dignidad, y segundo, muchas veces para conquistar esa paz es necesario las armas’. Eso lo tienen que decidir ustedes, solamente ustedes.