«Con mis hijos sufrimos todas las situaciones de violencia imaginables»

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Romina González hace 14 años vive un calvario y nadie ni si quiera la justicia es capaz de ponerle fin a semejante situación. Se habla de violencia de genero pero cuando las justicia tiene que accionar realmente solo hace oídos sordos a sus denuncias y reclamos.

En marzo pasado, se publican las vivencias de la mujer junto a Watson. Tienen una hija en común y toda una historia de violencia y amenazas. En ese momento, el hombre tenía una tobillera electrónica y una restricción de 1.000 metros para acercarse a Romina y su hija, pero el acoso continuó, no solo para con ellas sino también para todo su círculo afectivo, como familiares y parejas que no prosperaron por estas situaciones.

«Desde marzo hasta ahora no hubo ningún avance porque de hecho le sacaron la tobillera hace dos o tres meses», comentó González. Luego, desde la Unidad Funcional de Género, Niñez y Adolescencia se comunicaron con la mujer para que presente todas las pruebas que tenía en su contra desde su separación hace tres años y que le iban a tomar la denuncia.

«Mi hija tuvo una Cámara Gesell porque estaba en investigación la causa, y se confirmó la violencia que ejercía contra ella y comenzó una demanda para la quita del apellido y para que se termine la relación parental que, por el momento, tiene suspendida».

«Hace unos meses se fue a vivir a dos cuadras de mi casa con su pareja, y le sacaron la tobillera porque era perjudicial para su vida personal, ya que no podía ir tranquilo a la casa de su pareja. Hice la denuncia de eso y nadie hizo nada. Solo obtuvo una restricción de 1000 metros en lo penal y de 200 metros en la Defensoría Civil», explicó la víctima.

El último acto violento de Watson ocurrió la madrugada del 6 de septiembre, cerca de las 3 de la madrugada. Romina relató lo sucedido: «Esa noche presentía algo. El domingo llegamos tarde, me había olvidado de dejar las luces prendidas, abrí el portón y estacioné el auto, con la puerta del acompañante bien delante de la puerta de mi casa para que los chicos se bajen rápido y nos encerramos dentro», comenzó.

«Creemos que él saltó por el lado del vecino porque ellos tienen abierto y está oscuro. Tengo perros malos y en ese momento no ladraron y sólo hacen eso con él porque le tienen miedo. Empezaron a ladrar cuando él, después de incendiar el auto, salta para la casa lindera y es ahí cuando los vecinos lo ven».

«Ellos salen y me empiezan a cascotear el techo y a gritar. A todo esto, ya habían llamado a la policía. Me levanto, abro la puerta, veo un fuego espantoso y la ventanilla del acompañante se hizo un globo y explotó. Cerré la puerta, busqué a los nenes para ver cómo salíamos», continuó.

«Escuché una explosión y el auto se corrió hacia la medianera del vecino, lo que nos dio un margen para salir corriendo. Pero después, de los nervios que tenía, no podía abrir el portón. La policía nos gritaba: ‘Abran la reja y salten que el auto va a explotar’. Un vecino, con la manguera, tiraba constantemente agua contra la casa para que no agarre el fuego. Si no me hubieran avisado mis vecinos, hubiésemos muerto asfixiados o quemados porque todos estaban dormidos».

Entrevista a Romina Gonzalez

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