Mia Fedra, la primera tenista trans de la Argentina

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Jugó desde los inicios como varón, dejó la raqueta durante casi una década y regresó tras la aprobación de la Ley de Identidad de Género.

Mía Fedra empezó a jugar al tenis en el club Village de Adrogué, a los 8 años, cuando la Ley de Identidad de Género no era ni un proyecto.

Empezó a competir, le iba muy bien y tenía futuro en el profesionalismo. Pero a los 18 años decidió iniciar su transición y eso no era compatible con el deporte. Así que no tocó una raqueta en casi diez años, tiempo en el que trabajó como modelo y vivió de la noche en los boliches. 

“Dejé a los 18 pero cuando tenía 16 ya me veía femenina. No era un chico, era un híbrido; me veían jugar y era extraño. Ya estaba definida pero en la cancha no me podía vestir de chica, jugaba en varones y me vestía como Navratilova, con short y chomba”, explicó Fedra en una nota con Página 12.

Fedra transitó nueve años alejada del tenis. Su pasión por la raqueta, sin embargo, volvió a florecer y le dejó paso a una segunda vida en las canchas: “Estaba contaminada, tomaba alcohol, fumaba, era un descontrol. Había tenido una vida deportiva pero después era un brindis continuo. Trabajaba en la noche, tenía popularidad, pero empecé a extrañar el tenis y el cuerpo me lo pedía. Trabajaba todos los días de noche, ganaba muy bien, entonces junté esa plata para hacer un profesorado y volver a jugar. No sabía cómo hacer, pensaba jugar en el circuito masculino y que dijeran lo que quisieran. En 2009 hice el profesorado sudamericano con DNI masculino pero como trans”.

Pero, después de obtener su documento de mujer, hizo el camino inverso: cambió el maquillaje de Mía Doll –su personaje drag y artístico de la noche- y volvió a ponerse las zapatillas para entrar a la cancha de tenis.

«Volví en 2012 pero recién empecé a ganar en 2014. Dos años me costó jugar con las chicas, era otro tenis. Estaba acostumbrada a otro juego y las mujeres meten un montón de pelotas. En hombres no pasa porque la pelota viene a otra velocidad; en mujeres se piensa más y me costó salir de esa telaraña».

Aquella tendencia negativa, sin embargo, comenzó a revertirse a partir del aporte de dos personas: el entrenador Marco Caporaletti, ex coach de Mercedes Paz, Guillermo Cañas y Lourdes Carlé, entre otros; y Fernando Aguirre, ex preparador físico de Gastón Gaudio.

“Decidí invertir esa plata que había juntado para prepararme con Marco, a quien ya tenía visto porque había entrenado a Andrea Paredes -tenista trans chilena-, y tuve la suerte de tenerlo también a “Pantera” en su centro de entrenamiento; ahí tomé impulso y empecé a ganar”, detalló Fedra, quien trabajó con esa dupla durante dos años.

Fedra siempre contó con el apoyo de sus padres, tanto en el tenis como en su vida personal. “La parte de tenis siempre la manejó mi papá. Era obsesivo y hasta tuvo problemas con otros padres cuando yo era chica. Una vez tuve que sacarlo porque se ponía loco cuando había pelotas dudosas. Fue un padre exigente en ese sentido, porque era deportista y también se veía reflejado. Mi mamá nunca me dijo que no jugara pero jamás me iba a ver”, explicó la número tres del ranking nacional.

La tenista resaltó además que siempre fue muy femenina. “Si venían a decirle a mi mamá que su hijo era gay no era una sorpresa. El problema para mi mamá era que me hiciera trans, porque en ese tiempo terminabas en la calle y te discriminaban bastante más, mientras que siendo gay podés conseguir trabajo y estar bien. Pero eso no se puede evitar, uno nace y no se hace” remarcó.

Al ser consultada sobe si evolucionó o no la sociedad respondió: “Creo que evolucionó. En el tenis nunca me sentí discriminada, ni cuando jugaba andrógino ni después. Dicen que hubo rumores, pero yo no me daba cuenta. Para las chicas yo no era un problema, porque al principio me cagaban a palos; si me las hubiera llevado puestas a todas quizá habría sido un problema. Pero tampoco soy Serena Williams” concluyó.

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