COLUMNA HISTORIA POLITICA DANIEL CAMPIONE ULTIMA ETAPA ANTES DEL `76

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En dialogo con nuestro columnista Daniel Campione terminamos un poco de hablar del país antes del golpe del `76, el peronismo y sus derivados y las coyunturas sociales, políticas y de demás índole que marcaron al país en esa época.

Fusiles para reestructurar la sociedad

La estrategia militar Daniel Campione Fuente: Acción Segunda quincena de marzo de 2006 – Año 39 – Número 950

En los últimos años 60 y primeros 70, tocaba a su fin un cuarto de siglo signado en el mundo capitalista por el crecimiento económico sostenido por la vía del desarrollo del mercado interno y los altos salarios. Había problemas en la balanza comercial norteamericana, obstáculos crecientes para seguir incrementando la productividad frente a sindicatos unificados y poderosos, y masas trabajadoras que habían aprendido a convertir los condicionamientos del fordismo en medidas para la defensa de sus intereses. El incremento explosivo de los precios del petróleo desencadenado por la «cartelización» de los proveedores tercermundistas del fluido, contribuyó a complejizar el panorama.

La segunda posguerra había sido marcada por sucesivas victorias de movimientos de liberación nacional, muchos de ellos definidos luego como socialistas; de China a Argelia, pasando por Cuba. Esa tendencia (que se sintetiza en el Mayo Francés), culmina con un movimiento que sacudió las bases políticas y culturales del orden social tradicional en el mismo centro del poder capitalista y alentó una renovación en el campo de la izquierda.

Las usinas de pensamiento del poder mundial comenzaron a movilizarse en una contraofensiva que sacara al orden capitalista de su crisis y pérdida de prestigio en todos los órdenes. Desde los teóricos militares que delinearon la estrategia de «guerra contrarrevolucionaria» poniendo énfasis en las batallas en el terreno de la cultura, pasando por las doctrinas económicas que solo años después comenzarían a llamarse «neoliberalismo» y las concepciones de Samuel Huntington sobre la necesidad de «restringir» los límites de la democracia para socavar las bases de movimientos contestatarios, germinaba una respuesta que pretendía restaurar los postulados originales del capitalismo para infligir una derrota estratégica a quienes militaban por una revolución socialista.

En América latina se vivía el proceso histórico con particularidades propias y tiempos diferentes. En Chile y Uruguay, dos procesos que parecían marcar la posibilidad de una transición socialista por vía pacífica, dieron lugar a golpes militares que triunfaron sin enfrentar resistencias eficaces e impusieron dictaduras sanguinarias. Las guerrillas de los 60 habían terminado casi todas en derrotas sangrientas.

Proyectos enfrentados
En Argentina el proceso de radicalización estaba vigente, pero dando síntomas tanto de debilidad propia, como de la decisión y carencia de límites de sus enemigos. La Doctrina de la Seguridad Nacional estaba alcanzando un nuevo estadio de aplicación, con el aliento de EE.UU. El «Estado de bienestar», las políticas dirigistas de tipo keynesiano y, más en profundidad, toda la organización fordista de la producción y el consumo, empezaban a ser cuestionadas.

Tampoco puede comprenderse la dictadura sin tomar en cuenta sucesos desencadenados durante el gobierno anterior. Se marchaba a una confrontación cada vez más abierta entre proyectos diferentes, que se simplifican y radicalizan en el encarnado en José Ber Gelbard y el propio Juan Domingo Perón, de retomar la senda de crecimiento relativamente autónomo emparentada con el primer peronismo. La «misión» Oscar Ivanissevich y el rectorado de Alberto Ottalagano en la UBA fueron, ya en 1974, el preámbulo de las políticas educativas y culturales de la dictadura. Los planes económicos de Celestino Rodrigo y luego de Adolfo Mondelli, señalaron los intentos de imponer la «economía de mercado» de José Alfredo Martínez de Hoz. La Triple A y otras organizaciones paramilitares iniciaron una masacre de militantes populares que el decreto de Luder disponiendo la «aniquilación» de los «subversivos» convirtió en política pública.

El antes y el después de 1976 vinieron a articularse como parte de una embestida contra los trabajadores y las clases populares. La dictadura no se instaura solo para realizar el plan del ministro de Economía Martínez de Hoz, sino para una «reestructuración» de la sociedad argentina en que la política económica, la represión y la expansión de una concepción del mundo reaccionaria y «despolitizadora» se articulaban complejamente. La destrucción violenta de cualquier forma de resistencia prestó un clima de «paz social» indispensable para medidas que iban de forma evidente contra los intereses de la mayoría de la población.

La dictadura promovió desde el primer día una «derechización» radical en el conjunto social, ejerciendo a un tiempo una pedagogía del terror («El silencio es salud», «¿Usted sabe donde está su hijo?»), y la búsqueda de activar impulsos autoritarios; actitudes ultraindividualistas y elementos conservadores del sentido común tradicional para generar amplias cadenas de complacencia e incluso complicidad en los más variados ámbitos sociales, que comprendieron al grueso de la «clase política».

Además de una desmovilización general que solo se iría revirtiendo con mucha lentitud, la coalición que dio sustento a la dictadura logró implantar la desvalorización de las políticas de tipo «populista» y de Estado benefactor; junto con el aislamiento político y cultural de corrientes de izquierda radical, con las organizaciones armadas en primer término. Pueden señalarse fracasos de la dictadura en algunos de sus objetivos específicos, pero el capital concentrado y diversificado que se reforzó en este período pasó a constituir un dato permanente y fue factor de poder fundamental en la posterior «transición a la democracia».

La repulsa generalizada a las prácticas de la dictadura y el desprestigio ilevantable de los militares en la función política albergaron una evaluación parcial y sesgada del proceso dictatorial. Se criticaron los métodos de la represión, pero no siempre se comprendieron sus propósitos estratégicos; los resultados de la política de Martínez de Hoz, pero no las bases del discurso neoliberal y antiestatista. La impronta individualista, desvalorizadora de la militancia y la acción colectiva, se demostraría persistente. Todo se integró en una «visión del mundo» que fue una fuente fundamental del apoyo que recogieron las políticas de «reformas estructurales» de los 90, las que pueden ser interpretadas como un éxito post mortem de la dictadura de 1976.

Daniel Campione
Historiador

PH: Dany Lang
Redaccion; Dany Lang + LULABAY PRODUCCIONES EN ARTE.
Audio: Infierno Abstracto IA (producciones)

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