Para la prensa occidental y sobre todo para los gobiernos de Francia y Estados Unidos, más los que abrevan en la OTAN, los hechos que vienen ocurriendo desde hace varios días en Níger responden a un típico golpe militar protagonizado por oficiales del ejército “ambiciosos de poder”. Sin embargo, todo indica que el levantamiento tanto militar como civil (miles de pobladores han ganado las calles para aplaudir a los “golpistas”) habla a las claras de que se ha puesto en marcha, como en Burkina Faso y Mali, una propuesta nacionalista y antiimperialista, contra la prepotencia colonial que ha sumergido al país en la extrema pobreza. Los nigerinos lo gritan a diario: “estamos hartos que roben nuestros recursos naturales para agrandar las riquezas de los países centrales”.
El levantamiento que un grupo de militares, con el general Abdourrahmane Tchiani a la cabeza, dio el pasado miércoles en Niamey ha provocado un impacto que repercute no sólo en el propio Níger, sino también en toda la región del Sahel, con el riesgo real de que pueda acabar provocando una guerra regional con implicación directa de actores externos.
Para poder entender lo ocurrido y vislumbrar algunas de las consecuencias que puede tener tanto la decisión de los altos oficiales del ejército dispuestos a no ceder a las presiones imperiales como el ultimátum de una semana lanzado por la CEDEAO (Comunidad Económica de los Estados de África Occidental) para restituir al presidente Mohamed Bazoum, valen estos datos de la realidad nigerina:
Historia de un gran despojo colonial
En clave socioeconómica, Níger es uno de los países más pobres del planeta, con más del 60% de sus 25 millones habitantes malviviendo por debajo del umbral de la pobreza, a pesar de ser el cuarto productor mundial de uranio. Es el tercer país del mundo con el peor índice de Desarrollo Humano, una clasificación del desarrollo de los países que no tiene en cuenta únicamente los criterios económicos.
En términos políticos, Níger figura como una “democracia parcialmente libre” capaz de llevar a cabo una sucesión relativamente pacífica del poder. Aun así, arrastraba una cadena de cuatro golpes de Estado y varias intentonas desde su independencia de Francia en 1960 (la última en marzo de 2021, tan solo unos días antes de que Bazoum tomara posesión del cargo).
Sus fuerzas armadas apenas cuentan formalmente con unos 12.000 efectivos, aunque el propio presidente Bazoum sostenía recientemente que llegaban hasta los 40.000, añadiendo diversos grupos paramilitares; insuficientes en todo caso para garantizar la seguridad de un país de 1,2 millones de kilómetros cuadrados y con 5.500km de fronteras en el que grupos yihadistas ligados a Al Qaeda (como el Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes, JNIM) y a Dáesh (como el Estado Islámico del Gran Sáhara) aumentan su presencia a ojos vista.
Un ejército que busca representar el hartazgo de todo un pueblo
El levantamiento militar se realizó bajo el paraguas del Consejo Nacional para la Salvaguarda de la Patria (CNSP), creado para luchar contra la corrupción reinante y para hacer frente de manera más efectiva a la inseguridad.
El máximo responsable del nuevo gobierno, es Abdourahamane Tchiani (también conocido como Omar Tchiani), general de brigada del ejército nigeriano y ex comandante de la guardia presidencial. Todo indica que advertido el régimen anterior de que se estaba preparando una operación militar, se estaba a punto de reemplazarlo al frente de esa unidad de elite, pero la decisión fue abortada por la insurrección encabezada por el propio Tchiani
La decisión militar cuenta a su favor con una gran parte de la población crecientemente crítica con un Gobierno incapaz de mejorar su bienestar y seguridad y con un presidente (exministro de Interior y responsable de la represión ejercida en estos pasados años) cada vez más impopular.
Intereses franceses y de EEUU
Tchiani y los suyos buscan legitimación mientras que Estados Unidos y Francia, por un lado, como Rusia, por otro, también mueven ficha. En principio, tanto Washington como París parecían contar con cierta ventaja, no solamente porque la mayor parte de los mandos militares nigerinos han sido formados por ellos, sino también porque ambos países han logrado crear sólidos intereses mutuos en Niamey.
EEUU tiene la base aérea de drones de Agadez, que le permite tener ojos sobre el terreno para responder a la amenaza yihadista y estar al día de los movimientos migratorios y los comercios ilícitos. Por su parte, una empresa estatal francesa explota varias minas de uranio en el país (alrededor del 24% del uranio utilizado en Europa viene de Níger. En el caso de Francia, ese porcentaje es del 15%) y París tiene además un contingente militar estimado en unos 1.500 efectivos.
Rusia tiene mucho menos que ofrecer en términos comerciales, de ayuda o de inversión, pero en un contexto de creciente oposición al tradicional dictado francés sobre los países sahelianos –que ya ha derivado en su salida forzada de Malí y Burkina Faso–, a Moscú se le presenta ahora la ocasión de aumentar su presencia, con el grupo paramilitar Wagner como punta de lanza, sobre todo si los militares revolucionarios se ven necesitados de apoyo bélico para sostener sus posiciones. En las movilizaciones populares a favor del golpe se han visto ondear banderas rusas, en línea con lo sucedido también en Mali y Burkina Faso.
¿Quién es y qué piensa el líder nigerino Abdourahmane Tchiani?
Un duro crítico a la política de seguridad del Gobierno derrocado en la lucha contra el yihadismo y a las políticas de hambre y de sumisión colonial frente a Francia, los EE.UU y la UE.
El general nigerino Abdourahmane Tchiani es un militar cercano al expresidente Mahamadou Issoufou y un profundo conocedor del sistema político militar de Níger, merced a su dilatada experiencia.
Tchiani, sin embargo, es un hombre que de unos meses a esta parte comenzó a expresar su descontento de manera cada vez más abierta hacia el presidente del país, Mohamed Bazoum, y en particular la insistencia de este último en distanciarse de otros países de la región, como Malí o Burkina Faso, escenarios de otros golpes de Estado, muchos de ellos motivados por su oposición a la presencia de tropas internacionales que luchan contra el yihadismo.
Este descontento fue a más cuando Francia seleccionó a Níger como el lugar al que redestinar sus fuerzas de la operación antiterrorista ‘Barkhane’ tras su salida de Malí, un país que ha estrechado en su lugar sus lazos con el grupo paramilitar ruso Wagner como puntal de seguridad en su lucha contra los grupos terroristas.
En su primer discurso tras el golpe de Estado, Tchiani lamentó que “el enfoque actual no ha hecho posible garantizar la seguridad de los nigerinos” antes de acusar a Bazoum de “proceder a la liberación extrajudicial de varios líderes terroristas sin ninguna garantía”.
“No termino de entender una estrategia que ha excluido cualquier colaboración real con Burkina Faso y Mali, a pesar de que compartimos la zona de Liptako con estos dos países vecinos, donde residen la mayoría de los terroristas y se concentran todos los combates”, añadió.
Tchiani es de la región occidental de Tillaberic en Níger, una de las principales áreas de reclutamiento del ejército, y cerca de la frontera con Malí.
Él era el primer oficial en el lugar cuando un vuelo francés se estrelló cerca de Bilma en el norte de Níger en 1989 debido a la explosión de una bomba en una maleta. Las 170 personas a bordo murieron.
Ex agregado militar en la embajada de Níger en Alemania, también dirigió previamente un batallón en Agadez, una vez vista como la capital mundial del contrabando, dirigiendo regularmente operaciones en el desierto de Níger contra los traficantes.
En 2011, fue designado para dirigir la guardia presidencial por el expresidente Mahamadou Issoufou, predecesor de Bazoum. Tchiani sigue siendo un aliado cercano de Issoufou, quien lo ascendió al rango de general en 2018.
Según se informa, Tchiani lideró la unidad que bloqueó un intento de golpe de estado en el país en marzo de 2021, cuando una unidad militar intentó tomar el palacio presidencial días antes de que Bazoum, que acababa de ser elegido, prestara juramento.
La elección de Bazoum marcó la primera transferencia de poder pacífica y democrática de Níger desde su independencia de Francia en 1960. Una vez que asumió el cargo, mantuvo al general como jefe de la guardia presidencial, una unidad especial de unos 2.000 soldados.
Un ultimátum con “uso de la fuerza”
La CEDEAO ha pedido la restitución del presidente Bazoum. “En caso de que las demandas de las autoridades no se cumplan en una semana [CEDEAO] tomará todas las medidas necesarias para restablecer el orden constitucional”, señalaba este domingo la organización regional en un comunicado, entrando así en una retórica mucho más dura que la empleado con ocasión de los golpes sufridos en Burkina Faso, Guinea y Malí.
Su postura, sin embargo, puede acabar desencadenando un desastre aún mayor. Tanto EEUU como la UE han mostrado su apoyo explícito al comunicado de la CEDEAO, que para algunos transmite presiones de Washington y París para no perder una influencia que podría acabar favoreciendo a Moscú.
Por otro lado, la organización ha designado como mediador al chadiano Mohamat Deby, líder de una junta militar de un país que ni siquiera es miembro de la CEDEAO y que es visto como demasiado próximo a Francia y al CNSP.
Más allá de las enormes dudas que hay sobre la capacidad de los 15 miembros de la CEDEAO para desplegar una fuerza militar en Níger –solo Nigeria estaría en disposición teórica de hacerlo, pero tiene a sus fuerzas armadas ya embebidas en sus propios problemas–, un paso de esas características podría crear un nuevo juego de poder entre potencias internacionales rivales.
Suspensión de la ayuda
La UE ha suspendido la ayuda económica y la cooperación en materia de seguridad con Níger y EEUU ha amenazado con hacer lo mismo. Se trata de un elemento importante y de imprevisibles consecuencias en términos geopolíticos, ya que, según la OCDE, la ayuda occidental supone en torno al 10% del PIB del país. Lo seguro es que sus habitantes acabarán sufriendo las consecuencias. La ONU ha dicho que el golpe no ha afectado a sus entregas de ayuda humanitaria.