MOMENTOS (que para siempre quedaron en mi memoria…)

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Por MATEO

 En el transcurso de un viaje a las Sierras de Lihuel Calel, organizado por la Agrupación Cultural Huerquén, del cual se cumplen 60 años estos días, entonaban canciones del repertorio de nuestro folclore, a dúo  y en contra voces, dos calandrias. Amenizaban el viaje en el colectivo “Burate”, manejado por Puchi Burgos,  desplazándose, con una marcha esforzada y un tedioso ronroneo, por una ruta de huellas profundas y arenosas en esa época. De esas voces tan hermosas, me quedó, particularmente grabada, la cueca “la Arenosa” de Leguizamón y Castilla. Eran Melita Niseggi y Cristina Anido, familiar de la enorme guitarrista María Luisa Anido.

   Sería por finales del año 1965 o principios del 66, ATE había comprado un paquete de artistas folclóricos de renombre nacional, para festejar en el salón del club All Boys, el día del empleado público, así se estilaba en esa época, se podía elegir entre algunas opciones. En este caso el grupo estaba integrado por Jovita Díaz, (quizás la figura más conocida en esa época, aunque para mí no era la más importante), Osiris Rodríguez Castillos y el enorme poeta Armando Tejada Gómez. La noche del festejo, comenzó con la actuación de un dúo de jovencitos pampeanos Sombra-Díaz, y fue una jornada estupenda. Pero lo que quería relatar estaba referido al día posterior, en un almuerzo en el local de ATE. Mientras se hacía el asado, participábamos junto con la esposa del compañero Pedro Bergonzi, de una interesante conversación con Tejada Gómez, aunque más que una conversación, era un profundo y bellísimo monólogo del poeta. En un momento, interrumpiendo, la señora le realiza una pregunta que también contenía una afirmación:

-Para escribir tan bien como Ud. lo hace, hay que saber mucho de literatura?-

-Noooo Compañera!….hay que saber mucho de economía política!…

   Estábamos con Susana, a la tardecita, con pocos meses de casados, en la casa alquilada de la calle Río Negro, allá por el 64, y de la mano de Olga Sanchez, vienen a charlar y compartir unos mates, dos amigos que por esos días andaban mostrando su arte en Santa Rosa. Yo los había conocido y tratado en la librería “La Señal”, de Ana María Lassalle.  No recuerdo quienes más estábamos en casa, éramos poquitos, nos acomodamos en el suelo, porque en el living-cocina y comedor solo teníamos 4 sillas y una mesa. En mi memoria, los veo sentaditos en el piso, y en algún momento, se ponen a cantar, con enorme sentimiento, se acompañaban con una guitarra que ellos traían. Eran canciones folclóricas de la época, y como dúo se complementaban maravillosamente bien. De Fernando Abel De Giovanni, conservo el primer volumen de poesías, “Temario de soledad”, edición 1962. De Luis Trimano, un dibujo a lápiz, original, fechado en 1965, que me dedicó, sobre el poema de Nervi “Los Ríos”. Y de ambos, conservo el recuerdo, de compartir sueños y luchas por un mundo mejor.

   Don Andrónico Molina, o el Paisano Molina como se lo conocía, vivía con su señora Nieves, a metros de mi casa, sobre la calle Quintana. Los rasgos en su rostro y el color obscuro de la piel, lo denotaban como descendiente típico de los pueblos originarios de  nuestra Pampa. Podía tener la edad de mi padre, y su solidaridad de clase era infinita. Yo lo conocía de ATE, porque siendo él trabajador del Hospital, integraba su Comisión Directiva,  y ya cuando me mudé al barrio, a principios del año 65, se cruzó a mi casa para ponerse a mi disposición, para lo que necesitara. Sentía mucho respeto y afecto por los compañeros comunistas. Decía, que estando en la cárcel, cuando fue preso por participar en la resistencia peronista, había conocido a Nicanor, por León Nicanoff, por ese entonces Secretario del Partido Comunista. Pero lo que quería relatar, ocurrió en la época de la dictadura de Onganía, en los años 70, Pasando por la vereda, con su paso cansino, como todas las mañanas, a comprar el pan al almacén de la Elsa, pegado a mí casa, yo acodado en el tapial, creo que era sábado, me comenta con su mirada penetrante, bondadosa y cómplice:

-Che pibe, sabés que te están vigilando?…desde ayer están apostados dos civiles de la Federal…-

-Si Don Molina, ya los vi, no es la primera vez y no creo que sea la última…-

– Ahora, cuando salgo de lo de la Elsa, si tenés algunos papeles delicados, entro y me los ponés en la bolsa del pan, que yo te los guardo en casa, ahí estarán seguros…-

Minutos después, pasa con su bolsa llena de pan, entra a mi casa, y le pongo un sobre de escritorio con “papeles delicados”, como él los denominaba.

-Ah!, si te pasa algo, a vos y tu señora, yo me hago cargo de los chicos, no te preocupés que me los llevo a casa…-

Y se fue caminando, despacio, con absoluta naturalidad.

Mi hijo menor tendría alrededor de 2 años, jamás me olvidé de ese momento, de ese gesto cargado de compromiso y solidaridad.

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