Quizá la tapa de la bombonera en este cúmulo de desaciertos ridículos consumado por Dina en la ONU, fue el “comunicado” de la Oficina de Prensa de Palacio de Gobierno, dando cuenta de una reunión inexistente: La inventada “con el Presidente de los Estados en la que se trataron temas relacionados con ambos países y el apoyo que el Perú recibe de esa Nación.”.
Como decía Talleyrand, en el final se perfila el detalle. Ahí asoma la intención: “La Mandataria invitó a su homólogo a visitar el Perú próximamente”, aseguro el texto conocido aquí.
El caso, coloca al país ante un dilema: ¿Quién mintió? Porque aquí, hay dos respuestas. O Dina “informó” a Palacio de una cita que no se produjo, o la cita asomó en la febril imaginación de Lima.
Es importante saberlo. Para que eso ocurra, acaso sería útil pedir que el Congreso nombre una “Comisión Investigadora”. Allí les encanta esa práctica: crear Comisiones e investigar temas. Quizá esta modesta sugerencia les caiga “en la yema del gusto”.
Lo previsible, sin embargo, es que la verdad, esté al medio. Dina les envió la foto, y aquí urdieron la trama. Ambos mintieron un poco. Se les podría recordar entonces el viejo aforismo que se repite a los niños: “Dijiste media verdad; dirán que mientes dos veces, si dices la otra mitad”.
Más allá de los chascarros puntuales que se derivan de este penoso incidente, cabe hacer un balance de la visita de la señora Boluarte al Foro Mundial celebrado en Nueva York. Veamos.
Cuando arribó al país del norte, no la esperaba nadie. Ni siquiera un ujier de la ONU fue encomendado de darle la “bienvenida”. Al pie de la nave de la FAP, asomaron sólo tres funcionarios, todos peruanos: el embajador en Naciones Unidas, el embajador en Washington y el embajador ante la OEA. Si uno de ellos hubiese faltado, habría perdido el puesto, sin duda.
A partir de allí, ningún peruano que no fuera funcionario del servicio diplomático, le dio la mano. Todos los que asomaron en las inmediaciones de la “Mandataria”, portaban pancartas y lanzaban denuestos. Y eso, a cada instante, en todas partes.
Lo más ostentoso, ocurrió ante la sede diplomática peruana en Nueva York, la residencia del titular del ramo, el Palacio de las Artes, el edificio central de la ONU y hasta en los ambientes secundarios en los que se programaran eventos puntuales.
Cuando habló ante el Comité de Desarrollo Sostenido, le apagaron el micro, y le dijeron “representante”, y no Presidenta. Y cuando se dirigió ante un auditorio vacío en la Asamblea, en un discurso aldeano y doméstico; sólo la aplaudieron los 30 peruanos acreditados allá: 10 ante la ONU, y los otros 20 ante la OEA y la embajada en Washington.
Mucho mejor estuvo Esmeralda, la niña peruana de 16 años que habló allí del cambio climático. Y Xiomara Castro, la hondureña, ni se diga.
Al partir de Lima, Dina aseguró que se reuniría “con los más s altos líderes mundiales”. El más alto de ellos -y el único- fue el Presidente de Paraguay.
Y en el último día, se encontró con su vecino del sur, que le entrego la Presidencia de la Alianza del Pacífico, con cargo a que se la devuelva en enero. Ningún otro “líder mundial” le prestó la más mínima atención.
Desde el primer instante, la “Mandataria” buscó vincularse a los empresarios, Como si estuviese en una Feria, les ofreció todo; “Vengan a mí –pareció decirles- que aquí tengo para ustedes las minas, el mar, los cultivos, el petróleo, la mano de obra barata, la legislación favorable, las garantías de inversión, la Constitución del 93, todo lo que ustedes puedan necesitar”.
Y eso lo repitió como pregonera de barrio en todos los ambientes, incluso en la cita con los inversores del área del ¨Pacífico, sólo que allí tuvo que interrumpir su plática por “disturbios pagados por Castillo”, dijo, pero generados por manifestantes,
El acceso a esa reunión fue restringido. Cada asistentes, debía pagar 150 dólares para entrar. Por eso, la mayoría esperó afuera. Y Dina debió huir custodiada, y en medio de un creciente repudio.
¿Sirvió para algo el viaje? Sí, claro, para confirmar el aislamiento internacional que concita el gobierno de la Boluarte y el rechazo absoluto que genera en la Comunidad Peruana en el exterior. No hubo un solo Colectivo que la saludara.
Ni el más pequeño grupo de peruanos le extendió la mano. Y eso que ocurrió en Nueva York podría ocurrir en Kalimantan del Norte, Palao o Islas Vírgenes igual. Ella podrá sufrir de amnesia y no acordarse de los 70 muertos, pero ellos habrán de devolverle la memoria.
Una vez más, ni las mentiras, salvaron a Dina.