Entre ollas, sartenes, asaderas, escucho el llanto de un niñx que se sienta en un rincón del comedor de una casa de barrio, social le dicen ahora en la modernidad, llanto de hambre, llanto de frio, llanto. Mientras tanto una voz intenta explicar la inexplicable falta de sustento, la falta de puchero, otro día mas que no tiene que meter en la cacerola, el niñx sigue en su llanto amenaza con terminarlo pero lo alarga, respira, se detiene un momento, junta fuerzas para poder seguir sufriendo. En la tv de la casa aparece Petovello habla de lo bien que le va a ese ministerio y lo magnifico de este gobierno, detrás de ella las imágenes de galpones repletos de comida que se echan a perder, toneladas de paliativos para las tripas de miles de infancias que orquestan sus estómagos en una pieza triste de una música que muchxs no quieren escuchar.
El niñx se durmió sin fuerzas, abatido por el hambre, el frio, vacío de todo tipo de sólidos, pero sobre todo de sueños, eso que tendría que ser su preocupación su sustento, no está, lo suplanto el dilema de no comer seguido, que digo seguido, de no comer, derechos?, una incógnita grande que se gestiona su interior.
Las denuncias que se hicieron la semana pasada intentando hacer que se entreguen los comestibles dormidos en los depósitos, no hacen más que cuestionarnos como sociedad si esto es lo que somos, lo que queremos, lo que intentamos ser, lo que esperamos hacer. Que es esta sensación en el pequeño pecho de un infante que lo único que necesitaba era amor y termina llorando por comida.
El pretencioso dueño del mundo mira para el costado, no atiende reclamos y cambia figuritas en su gabinete, como si fueran piezas de un ajedrez que solo tiene un ejecutor: el. Sus seguidores libertarios lo único que reclaman es la sangre de los anteriores, la pesada herencia, la cárcel de la casta, una casta que solo tiene por ahora ropa de obrerx, de docente, de albañil/a, de kiosquera/o que no puede pagar la luz, el gas.
Así se generó esta serie del poder desinteresado, y del hambre de un pueblo por el otro, sin miramientos, sin medir consecuencias, sin escrúpulos, sin algo que durante la pandemia habíamos puesto como bandera revolucionaria y expresiva que llevaba el lema de EMPATIA, de eso hoy no hay nada, pero se echan a perder sin embargo kilos de comida.
– Martin Sim –