Se aprobó por el Ministerio de Agricultura de la Nación el primer Trigo Transgénico, que incorpora la biotecnología conocida como HB4 con la inserción de genes que dan resistencia a la sequía y tolerancia al agrotóxico Glufosinato de Amonio. HB4 es un evento biotecnológico desarrollado por la ciencia estatal argentina por el cual se interviene el genoma del cultivo insertando un gen del girasol que aumenta su resistencia al stress hídrico y que suma como variante apilar los genes que dan tolerancia al Glufosinato de Amonio y el Glifosato. Se trata de un método del agronegocio para paliar los efectos de la sequía que es una consecuencia directa del cambio climático del que el modelo agroindustrial es gran parte responsable.
La particularidad de la biotecnología HB4 es que reconoce como fuente de conocimiento a la ciencia estatal argentina en sociedad con el agronegocio. Ello fue posible gracias al acuerdo empresarial estatal que dio origen a la empresa INDEAR, la cual está compuesta con el aporte de gestión empresarial de BIOCERES y la participación del aparato de la ciencia estatal (CONICET) que pone a disposición el conocimiento científico que se produce con fondos públicos.
La aprobación comercial del Trigo Hb4 más que un avance de la ciencia argentina, tal como lo presentan los medios hegemónicos, es la consagración de un sistema vicioso de mercantilización del conocimiento científico estatal que socialmente la sociedad civil solventa, pero que termina beneficiando económicamente a las corporaciones y actividades extractivistas, cuyos riesgos y consecuencias dañosas son absorbidas luego, en definitiva, por la sociedad en su conjunto. Conocimiento y consecuencias socializados por y sobre la sociedad, beneficios exclusivos para las corporaciones y sector agroindustrial. El ideólogo de ese esquema aplicado, desde principios de la década pasada, que pone el aparato de la ciencia estatal al servicio exclusivo de las corporaciones extractivistas tiene nombre y apellido: Roberto Salvarezza otrora (2013-2015) Presidente del CONICET y ahora el actual Ministro de Ciencia y Tecnología, siguiendo el camino iniciado por su precesor y maestro: Lino Barañao.
El Trigo HB4 de Bioceres no cuenta con evaluaciones de impacto ambiental en todos los biomas y no posee ensayos a largo plazo en laboratorio sobre los efectos crónicos y cancerígenos, por la sencilla razón que la reglamentación no lo exige. Recordemos que en la Argentina no hay una legislación de presupuestos mínimos sobre OGM, sino tan solo resoluciones administrativas del Ministerio de Agricultura que minimizan sus impactos en el ambiente y en la salud humana y no permiten el acceso a la información ni la participación ciudadana. En la Argentina no rige el Protocolo de Cartagena. De estar vigente, todos los transgénicos que hasta hoy cuentan con aprobación comercial estatal, incluido el Trigo HB4, serían manifiestamente ilegales.
También debe tenerse en consideración, que el argumento de la sequía es sólo una pantalla, en realidad el Trigo HB4 apila también el gen que le da tolerancia al Glufosinato de Amonio como alternativa al agrotóxico Glifosato. Esto último es particularmente muy grave, porque el trigo es un alimento esencial que forma parte de la dieta diaria en nuestra sociedad, y con la tolerancia al Glufosinato, se suma un riesgo significativo a la alimentación de la población al consumir pan, harinas, pastas con residuos de este agrotóxico que opera en el organismo humano como un disruptor endocrino.
El evento HB4 del Trigo de Bioceres-Conicet, además de representar un peligro para la salud humana genera un riesgo muy grande para la diversidad genética, concretamente para las variedades nativas y criollas de trigo, ya que se trata de un cultivo cuyo proceso de polinización es por anemofilia, es decir, a través del aire o el viento, por lo tanto los riesgos de contaminación con el gen HB4, son muy altos.
Los argumentos de la escasez de alimentos, las consecuencias del cambio climático y que los cultivos más importantes a nivel mundial -soja, trigo, arroz y maíz- tienen un crecimiento inferior con respecto a lo que aumenta la población mundial, tampoco son admisibles para justificar la aprobación del Trigo HB4, además de ser absolutamente falaces y cínicos. Falaces por cuanto no hay escases de alimentos, sino que hay niveles altísimos idénticos de desigualdad en el acceso como en el desperdicio de los mismos. Y decimos cínicos ya que el cambio climático y el déficit de crecimiento en los cultivos del que hablan los que promocionan el HB4 son en realidad, consecuencias propias de un modelo de agricultura que deforesta e incendia para provocar un cambio de uso del suelo generando extremos climáticos, con el combo perfecto de la dependencia a cantidades exorbitantes de sustancias químicas (casi 600 millones de litros/kilos por año) y fertilizantes sintéticos (+4.600 millones de litros kilos por año) cuyas consecuencias son las pérdidas cuantiosas de nutrientes naturales de los suelos a los que dejan prácticamente inertes.
Ante ese proceso devastador, en vez de proponerse un cambio de raíz sustancial para iniciar un proceso de remediación con una agricultura regenerativa, se decide volver a poner a prueba la capacidad de resiliencia de los biomas, generando estos parches biotecnológicos, y lo más penoso, de la mano de una ciencia estatal, que no peca de ingenua ni es neutra ni es abstracta, ya que éticamente no se puede desentender que ese evento biotecnológico se pone en clave dentro de un modelo enfermo que funciona de modo sistémico, demandando más uso de venenos y fertilizantes fósiles y cuyas consecuencias adyacentes no pueden ser ignoradas, menos aún en el contexto de un colapso ambiental sanitario en que el planeta se encuentra inserto y aún no ha salido.
Extraído de ANRed