Se cumplieron 30 años del asesinato y violación de la joven María Soledad Morales. Ocurrió en la provincia de Catamarca y el femicidio fue perpetrado por «los hijos del poder» que habían inyectado cocaína en su cuerpo para poder someterla. Fue un símbolo de la impunidad y del encubrimiento del poder político y judicial, que nunca se juzgó. El caso tuvo una amplia repercusión a nivel nacional y terminó con la renuncia del entonces gobernador Ramón Saadi.
Su asesinato, ocurrido el 8 de septiembre de 1990, en Catamarca donde gobernaba desde hacia décadas el poder feudal de los Saadi. Fue desafiado por la sociedad que, a través de las marchas del silencio organizadas por la monja Martha Pelloni desafió el miedo y se reveló .
Por el asesinato, fueron condenados, a 21 años, Guillermo Luque, hijo de un diputado nacional, y a nueve años, Luis Tula, acusado de haber sido quien entregó a María Soledad para que terminara sus días en una fiesta sexual de drogas y alcohol, en la que hubo otros participantes que nunca fueron identificados ni alcanzados por la Justicia.
Respecto a los dos hombres condenados por el crimen, Ada Rizzardo, mamá de María Soledad, dijo que nunca más los volvió a ver, pero si se los cruzara «les diría que le fueran a pedir perdón» a su hija, «porque a ella la lastimaron, a ella fue a la que le hicieron de todo». Y aclaró que ella no les guarda «rencor».