En Euskal Herria compartimos experiencias, dolores y racismos con mujeres migradas de Nuestramérica. Aquellas que necesitan huir de su lugar de origen por abusos de su pareja, o violencias de las policías que amenazan las vidas de sus hijos, o por la agresión que supone la miseria impuesta por los países ricos, o por la desesperación de no poder dar de comer a sus hijas e hijos. Hablamos en la localidad de Portugalete con Cony Carranza, salvadoreña afincada en el gran Bilbao, coordinadora del Grupo Semilla. Con ella y algunas participantes charlamos en una tarde lluviosa en Portugalete.
– Cony cómo es la situación de las mujeres migradas en Euskal Herria y cómo surge este grupo Semilla que están armando entre vosotras?
-Estamos realmente aquí reunidas con varias mujeres para contar de un proyecto que se inició hace pocos meses y que por ahora se llama Grupo Semilla. Estamos claras de hacer camino, de ser camino para cuestionar este sistema racista, capitalista y machista en el que vivimos. Como muchas veces hemos dicho, Europa brilla por fuera, pero cuando estás dentro, nos damos cuenta que hay una seria desigualdad y contradicciones que las mujeres viven y vivimos día a día acá. Entonces, el proyecto es para cuestionar, para sensibilizarnos, pero también para reunirnos para intentar no estar solas, sentir que hay otras manos y brazos que nos acogen, que nos entienden, que creen en nuestra historia, que no desconfían y no nos ponen a prueba, sino que dicen: “sí, hermana, yo sí te creo lo que estás contando que vives en esa casa de puertas adentro». Lo que significa hablar con tus hijos sin poder abrazarlos. Qué significa hacer un duelo a la distancia. Qué significa volver a dejar tu país. Tantas cosas que las mujeres esta tarde nos van a contar. Así que María, muchas gracias por la invitación a hacer puentes y lazos entre estos mundos y saber que no estamos solas y que hacemos juntas la revolución día a día.
Mi nombre es Venus. Vengo de Guatemala. Vengo de de un hogar de mucho patriarcado, desde los abuelos y mi padre. Luego de un matrimonio forzado de muchísima violencia sexual, verbal y pobrezas. Decidí marchar al «gran país, Europa», y no me pasaba en mente el trancazo o como decimos, el llegar a Europa y empezar a conocer costumbres. No me imaginé lo que se ocultaba atrás de «la gran luz» de Euskal Herria, pues venimos con toda la dignidad, con toda la legalidad, con nuestro documento en orden, que es el pasaporte. Ha sido muy duro para mí tomar esa decisión, dejar mis hijos, porque a base de que fui madre, sentí que tenía que hacer algo por mí para el bien de mis hijos, porque así como yo los necesitaba a ellos, ellos también me necesitan a mí. Empecé a buscar trabajo cuando llegué, como todos los latinos trabajadores de mucha honradez que venimos legalmente, sin antecedentes penales. Justo al entrar acá, me encontré con la primera oportunidad de trabajo.
-El trabajo interno, y ¿en qué consiste ese trabajo?
-Yo vengo de familia de personas muy trabajadoras, pero nunca me imaginé que era un “trabajo interno”. Muchas compañeras me decían se tiene que ser interna (cama adentro), porque si no, nunca usted va a poder tener un dinerillo. Acepté un trabajo interno dudando. Cuando llegué a esa casa no me lo imaginé. Ni lo quiero recordar, porque fueron cuatro años que estuve totalmente presa. ¿Qué es trabajar linterna? Claro que es un trabajo, supuestamente está digno y dicen “te vas interna”. Cuando fui despertando y dándome cuenta de todo lo que allí ocurre, entendí que es la cárcel, la cárcel del trabajo interno. Porque allí no sólo se sufre maltrato conmigo misma, porque fue esfuerzo para mi cuerpo trabajar con personas con diferentes circunstancias de salud. Por eso adquirí problemas físicos, emocionales y psicológicos. La ley dice que son 40 horas semanales, pero cuando eres interna se trabaja desde las 6 de la mañana hasta… puedes salir a las 11 de la noche. Seis de la mañana de un día a seis de la mañana del otro día y sin parar. En realidad cuando una persona necesita esos cuidados, no deberían tener una chica interna. Ahora los reconozco y, no me cansaré nunca de decir, estoy rotundamente en contra del trabajo interno y por qué lo aceptamos y por qué lo aceptan, porque no saben y no se han dado cuenta en pensar que es la cárcel del trabajo interno. Porque no hay libertad, no hay absolutamente libertad. Y estamos carcomiéndonos con nosotras mismas. No me cansaré nunca de decir esto porque es la cárcel del trabajo interno, porque se trabajan las 24 horas del día y sólo hay un sueldo en ese entonces era 800 euros para todo el mundo. ¿Y qué son 800 euros? No voy a comprar mi salud. No voy a comprar mi vida.
ESCLAVITUD EN EL SIGLO 21
Mi nombre es Lisandra. Vengo de Honduras. Yo también he venido aquí porque tenía unas cuñadas. Dejé a mis hijos para luchar por ellos porque eran mu y pequeños. Trabajaba allá en Honduras, pero no ganaba para que ellos se superaran y estudiaran. Entonces tuve que emigrar y dejarlos allá. Y cuando llegué aquí, pues a veces a uno le pintan las cosas muy bonitas, pero miramos la situación, con el racismo, la discriminación, el estar sin papeles, es muy difícil. Parece que estamos, pero no existimos, porque no podemos tener muchas veces ni una cuenta de banco. Nos esclavizan más cuando venimos de internas. Es un trabajo muy sacrificado porque muchas veces no contamos con días libres, quizás vacaciones, pero días libres no, ni festivos ni nada de eso. Trabajamos muchísimas horas. Mi situación fue muy difícil en mi primer trabajo, porque venía comenzando y la verdad la pasé muy mal, pero pensaba en mis necesidades que son muchas. Acá decimos que nos tenemos que “aguantar”, porque a veces nuestros hijos dependen sólo de nosotros como madres. Y eso nos hace seguir adelante y aguantar muchas cosas aquí. Estuve muchos, dos años en ese trabajo. La señora lastimosamente falleció, ya estaba muy mayor. Por querer superarme, quise traer a mis tres hijos, porque había un problema familiar y no quería perderlos. Yo pasaba muy estresada. Pero ahora que los tengo, estoy pasándola peor. Tengo un trabajo ahora de interna, sin salida. No me dan ni una hora para poder ver a mis hijos.
-¿Estás en trabajo doméstico o en cuidados?
-Estoy cuidando a alguien, interna, pero hago todo, con una señora que el hijo, cuando yo le digo que necesito una hora para ir a las reuniones del colegio de mis hijos, nunca contesta, nunca está. Y me dice “Es que tienes que avisarme tres semanas antes”. Mis hijos tienen 14, 17 y 22 años. Quiero ver si puedo hacer algo para ellos y que no vayan a pasar lo que yo. Ya que hice el esfuerzo de traerlos, porque corrían peligro sus vidas, con un padre maltratador. Además, te humillan mucho al no tener alguna documentación aquí.
ABUSOS, DISCRIMINACIÓN , RACISMO
-Mi nombre es Mariane. Vengo de una patria linda que es Nicaragua. Recién llegué hace 10 meses por motivo de persecución política en mi país. Si bien es cierto que en mi país sentía la violencia de estado, como defensora de derechos humanos, pisar a este otro mundo después del charco, como decimos, ha sido también vivir otra realidad. Si sentí una violencia muy agresiva en mi país, aquí la violencia contra los migrantes y las migrantes también se siente. Es muy profunda, más cuando una no tiene papeles ni alguien que lo espere en este país. Realmente conseguir trabajo sin tener papeles es otra odisea, y lo tratan como tal, de tal manera que nuestros derechos como personas y seres humanos son totalmente nulos. Yo he sentido que no tiene valor lo que estudié en mi país. Somos discriminadas, invisibilizadas, sin contrato de trabajo. En el trabajo interno cuidando señoras, yo no les digo «abuela» a las señoras que cuido como nos han enseñado. Abuela es nuestra familia. Las señoras de avanzada edad ni te nombran por tu nombre, te dicen “La chica” y eso te invisibiliza. O te dicen “ésta”, no te menciona ni por tu nombre. Es una manera de violentar todo tu ser como persona, como ser humano y reconocerte como mujer que soy, que vales, aunque esté haciendo el trabajo de cuidados que no lo asume ni la familia, ni los hijos, ni las hijas. Una viene de dejar el amor que profesa a sus hijos. Yo dejé mis cuatro hijos, uno en el exilio en los Estados Unidos y también tres en Nicaragua. Dejé a mi madre de 99 años que quizá no he tenido esa oportunidad de brindarle todo el esfuerzo y la energía que he depositado en esta señora. vendiendo mis servicios. En la práctica hay señales de esclavitud que, si antes estudiamos en nuestra historia la esclavitud, con todas las personas que en ese entonces eran maltratadas, realmente aquí, somos maltratadas, no reconocidas, invisibilizadas. En una ocasión un señor, por no llevar la mascarilla, me quiso empujar del ascensor y me insultó feo, además de decirme «no te quiero ver en mi país». Esto ocurre aquí, a pesar de que en este pueblo vasco pelean por su identidad, pero en su forma de relacionarse con los latinos y latinas les sale la desigualdad y la discriminación. Entonces son situaciones que una se encuentra día a día.
-Lisandra: Fui a un trabajo interna, estuve seis meses. El señor me acosaba. No me dejaba dormir. Tenía que poner una mesilla que tenía mucho peso para que no abriera la puerta porque él se hacía pasar que estaba malo. Él era viudo y me decía que quería dormir conmigo. Yo le contestaba que había venido a cuidarle. le decía que había ido a trabajar no a ser su mujer. Me contrató su hija y cuando le protesté a ella por el abuso que sufría me dijo que no sabía nada, pero su marido confesó que -«la señora que estaba aquí, que era de República Dominicana, ella se fue porque el señor también un día la quiso tocar y lo hizo muchas veces”. Fue terrible el acoso que sufrí continuado y nadie lo quiso reconocer, hasta que dejé el trabajo.
LALA: he venido aqui decepcionada de mi país Paraguay porque no podía acceder a una educación terciaria. Mi madre y mi hermana que ya estaban aqui varios años me dijeron que me viniera con ellas. Para mí fue fácil llegar y conseguir empleo, pero sin papeles. Vine soltera y con 22 años. La odisea es conseguir papeles. Trabajé en varios trabajos y no había forma de conseguirlos. Logré la legalidad después de cinco años. Para eso, he pagado la seguridad social de mi bolsillo por mucho tiempo. Quise estudiar técnica de laboratorio, pero no podía estudiar porque tenía que trabajar. Yo he sufrido acoso sexual en el trabajo. Mi jefe me contrató para limpiar portales, me daba mucho trabajo. El me acosaba, hasta un punto que si no me iba con él, pues no tenía trabajo. Decidí que no lo iba a hacer. Entonces me daba menos trabajo y me pagaba menos. Así que renuncié. Luego conseguí un trabajo esclavizante. En una cervecera entrábamos a las 10 de la mañana y salíamos a la una de la mañana. Teníamos que caminar una hora para llegar a nuestras casas. Comíamos solamente una vez al día, nos daban media hora únicamente sentadas para comer. La jefa era muy racista, éramos 15 personas trabajando, de las cuales solamente tres estaban de alta en la Seguridad Social y el resto no. Cuando alguno la denunciaba, ella ya sabía que venía una inspección y nos obligaba a escondernos. A mí me echó porque decía que me robaba los alfileres de tender la ropa. Me dijo que yo era una persona sin papeles y que no tenía ningún derecho.
LEY DE EXTRANJERÍA Y LOS TRES AÑOS DE SUFRIMIENTOS
–Todas nos han hablado del tema de los papeles, el tema de la legalidad. Eso también es como un gran desierto que hubiera que pasar. Tú los has conseguido.
VENUS: Sí, hasta que, por desgracia, todas nosotras tenemos que pasar los tres años que nos crucifica extranjería. Y no se entiende por qué? De dónde viene eso? Porque si a nosotras nos legalizaran recién entrando, empezaríamos a cotizar, o sea, ¿cómo está eso? No se entiende la ley. Porque si fuera una ley justa para latinos, no latinos, migrantes no migrantes, podían legalizar y nosotros legalmente cotizar. Esa es mi gran pregunta.: por qué Extranjería, esa ley no tiene ni pie ni cabeza, porque por qué tenemos que esperar tres años de esclavitud. Si no estás aquí interna o no tienes el trabajo, no te puedo hacer contrato. Ahí está la gran pregunta, el por qué. Obtuve mis papeles después de los tres años, como todas.
Yo soy Flor, de Perú, ya he cumplido tres años acá. Vine porque mi hermana ya tiene tiempo acá, antes me fui a trabajar a Chile y me dijo “vente, que aquí está mejor, que por aquí son por horas, yo te voy a ayudar.” Vine a su piso, llegué toda ilusionada, parecía todo muy bonito. Y me dijo “sabes que tú trabajas acá, trabajas por horas”. Yo ilusionada, y me dijo «después de tres años, te vas al país, a Perú, puedes regresar y tienes la opción”. Entonces yo dije ya, pero para conseguir trabajo fue un dilema porque como no te conocen, pues no te dan trabajo. Y no era como yo pensaba, porque era muy difícil conseguir trabajo. Y si no tienes papeles no te lo dan. Empecé a hacer amistades y me recomendaron un trabajo y poquito a poquito se fue dando. Empecé a trabajar y estuve más tranquila porque ya tenía algo. Y después me vi con la situación de que no es que uno viene aquí, trabaja y a los tres años se va. No, no, una tiene que cumplir un montón de requisitos. Tienes que tener contrato de trabajo que casi nadie te quiere dar. Prefieren contratarte, así como dicen acá, en “negro”, que es sin tener contrato. Y pagarte, pero no quieren hacerte contrato.
-Trabajar en negro, sin contrato, ya supone racismo hasta en el término. ¿Cómo accedes a la salud como trabajadora?
-Tuve que estar acá tres meses empadronada y ahí recién pude tramitar lo que es la tarjeta de salud. Entonces, antes no podía hacerme ver ni nada, pero esperé tres meses y la tarjeta no llegaba al piso. Entonces pasó tres meses y pude hacerme un chequeo. Por lo general, cuando uno trabaja así por horas, entonces una tiene que correr. Trabaja, pero tiene que ser rápida porque te pagan por horas. Entonces, aquí aprendí, en mi país era, creo, un poco lenta, hacía las cosas despacio. Pero aquí creo que no sé qué pasó y que me puse como una bala, en dos horas tenía que tender cinco camas, limpiar la cocina, limpiar un baño, limpiar el salón y encima planchar. Entonces me daba tiempo para todo, pero no sé cómo lo hacía, ahora ya me he adaptado a eso. Trabajo así. Pero lo complicado es el contrato de trabajo, porque no quieren darte contrato de trabajo, a veces uno es lo que espera y aguanta muchas cosas a veces sin querer. A veces te dicen algo sutil, te dicen “Pero mira eso de aquí, no has limpiado, mira aquí, te falta. Ah, pero si puedes, haces esto”. O sea, te dicen: “si puedes, si tienes tiempo, me puedes hacer acá. Ay, ay, ay”. Y a veces uno también se cansa y a veces le digo “pero yo, ¿en qué tiempo? Si tengo más que dos horas, tengo que planchar barrer, pasar la fregona, tender camas y ¿en qué tiempo voy a hacer eso que quiere que le limpie todas las persianas? No me da tiempo”, le digo. Entonces, “ya ya ya ya, no, para otro día, lo dejamos para otro día”. Eso es lo que me ha pasado a mí. Ahora yo estoy organizándome para hacer mis trámites de documentación y me faltan 10 horas, antes eran 40 horas semanales. Ahora son 30 horas, pero tú tienes que ganar más de 60 euros mensuales para que te hagan el contrato. Entonces tengo que tener paciencia.
LISANDRA. Era muy difícil para mí sola. He estado trabajando. Iba a entrevistas. Vine seis meses. Me quería marchar de nuevo a mi país. Porque me decían que “no tiene papeles” y “no, le digo, si los papeles no van a trabajar, soy yo”. Y me decía “pero es que no podemos contratar a una chica sin documentación”. Fui a entrevistas para cuidar a una bebé y me dicen “no porque tienes que tener documentación”. Encontré trabajo donde hacía comida para siete personas conmigo ocho, a la hora, a mi me daban una hora libre, la hora de la comida y ¿qué iba a comer? Si era de 2 a 3, en la hora libre comían ellos y yo hacía la comida para todos, una era vegana, otra sí, otra no. Un chico que llegaba de estudio porque era en Guernica, el otro llegaba del trabajo desde Bilbao, y decía que él comía una cosa y el otro comía otra, diferentes comidas. Entonces, decía “te vamos a dar tu seguridad”. Le dije: “seguridad, me vas a pagar seguridad social. Y dices que no tengo documentación, que no me puedes hacer nada ni un contrato de trabajo y nada”, le digo ¿por qué no? Porque “eres ilegal, tú aquí eres ilegal y no te podemos legalizar nada. No te podemos pagar seguridad social”.
DERECHOS DE LAS MIGRANTES SIN PAPELES
LALA: Podemos denunciar a los jefes, la situación laboral para poder recurrir y de cierta manera poder acceder a los papeles. Se puede denunciar, pero de ahi a que la respuesta sea positiva es otra cosa. Porque es su palabra contra la nuestra, entonces siempre tenemos las de perder.
LA NECESIDAD DE LA ORGANIZACIÓN PARA SUPERAR LOS RACISMOS Y CONSEGUIR DERECHOS
VENUS: Un día empecé a pensar ¿qué será de mi vida? Porque recién salía un momento y era mi libertad salir a comprar el pan o ir al supermercado. Y así fue cuando yo decía pero ¿qué es lo que estoy haciendo? ¿Por qué? Y decidí no tener miedo, y decidí hablar. Gracias a involucrarme a las asociaciones de mujeres en el 2017 conocí a una de las grandes mujeres organizadoras de esto. Así empecé a romper el miedo y el silencio. Conocí «Mujeres con Voz» y otras organizaciones de mujeres donde nosotras pensamos en nosotras mismas, nos damos cuenta que podemos romper todas las barreras. Todo lo que está en contra de nosotras. Y es por eso que doy gracias a mi segunda casa, que es «Mujeres con Voz» y las mujeres que me han apoyado y me han ayudado. Ha sido mi salvación conocer las organizaciones.
-En los feminismos populares caminamos juntas, no estamos solas y sanamos entre nosotras, decimos en Argentina. Nos organizamos y luchamos por nuestros derechos y también por los de todas y todes en cada lugar que haya desigualdad, abuso, racismo. ¿Cómo trabajan con esta esclavitud del siglo XXI, de ser migrantes en los trabajos domésticos?
VENUS: Efectivamente, ahí estamos organizadas, felices, como decimos, siempre que nos abrazamos, nos reunimos, tenemos un tiempo para abrazarnos, para reír, para llorar, para escuchar la música que nos gusta. Para sacar esa rabia que traemos, y de verdad nos sentimos con ese apoyo y ese calor de esos talleres y los momentos que se viven en los procesos. Procesos de sanación, porque todas sentimos. Yo le digo a las compañeras, que la vida la comparo con una planta que si se deja en el abandono ahí, ¿qué pasa con esa planta? Somos como las plantitas, necesitan un poquito de agua, un poquito de afecto, quitarle las hojitas que no están bien. Lo cuento cuando viene una compañera y me dice “no estás sola”. Es como que viene y me quita ese polvo que tengo de estar acá o de estar allá. Y me siento muy feliz y de verdad agradecida con estas organizaciones de mujeres, con estas asociaciones como «Mujeres con Voz», o que se organiza y desde lo más profundo de mis huesos, mi piel, mi alma y todo mi ser orgullosa y feliz de estar en este pequeño grupo «Semilla». Y agradezco a la organizadora que siempre está atenta en todo. Y quiero recalcar y regresar un poquito el momento de la pandemia que aunque estábamos allí, estábamos enlazadas en nuestros móviles, viendo como se ayudaba a una compañera, como se ayudaba a la otra. Ahí estamos para dar una orientación, para dar ánimos, para decirle: te puedo ver, te puedo abrazar, puedo estar contigo, siquiera para decirle “ánimo, no está sola”, porque siguen sucediendo abusos en los trabajos, desprecios y es lo que va a quedar como una gran pregunta: ¿por qué nos traen para que trabajemos, pero nos expulsan, nos rechazan, y por qué, nos atraen para sus servicios, su trabajo y nos rechazan? Esa es mi gran pregunta, ¿por qué?
No es casual la migración, no es casual que en cuerpos migrados se estén sosteniendo la realidad de los cuidados y el sostén de la vida de esta Europa
CONI: Decir que «Mujeres con Voz» tiene 10 años desde su fundación y tiene el servicio de asesoría legal de Liz Quintana para todo esto que están contando las compañeras, tanto que muchas de ellas están siendo orientadas por ella. También hay una compañera psicóloga y, por ejemplo, está lo del Grupo «Semilla», que es algo tan reciente, que es como lo que tú estás diciendo. No es un grupo terapéutico, no es un grupo que busca transformarse en político. Lo que pasa es que estamos empezando el camino porque yo creo que cuando escuchamos esos testimonios nos damos cuenta que no es casual. No es casual la migración, no es casual que en cuerpos migrados se estén sosteniendo la realidad de los cuidados y el sostén de la vida de esta Europa. Cuando ellas van escuchándose, lo que les da la fuerza es reconocer que en ese testimonio hay vidas, se parecen a “eso me contó de mi prima, eso lo viví yo, ¿qué hacemos con esas historias?” decía alguien, ¿revictimizarnos? No, nosotras no somos víctimas, estamos sobreviviendo. Estamos siendo tremendamente valientes y guerreras en ver qué está pasando. Como alguien decía, en esta entrevista: Europa no brilla tanto, ese cuento no era tan bonito y que lo estamos denunciando, politizando, y lo que tú insistías María, en que continuamente nuestro grupo empieza con un ritual de sanación, cierra con una reflexión y decir: ¿y yo aquí qué hago? ¿cómo me fortalezco con otras y de otras? El grupo «Semilla» va a empezar este proceso. Pero como asociación, hay todo ese tipo de servicio que se queda corto porque luego están las «Trabajadoras No Domesticas», están las Trabajadoras de Hogar, hay grupos que están dando toda esta asesoría. Lo que pasa es que hay momentos en que estamos en situaciones vulnerables que, aunque eso esté y la información es poder, cada una va como ese proceso. Está el caso de una compañera solita, que no salía y que el día que empieza a acompañarse en grupos, es otra, hasta se cambió el nombre. Y dice: «es que yo he vuelto a nacer”. Sueño que de aquí salgan como promotoras legales y vayan a otras repartiendo y digan: “toma la ley, mira esto, tienes derecho”. Nosotras queremos preparar el camino para que otras no pasen semejante dolor en esta vida. Después de cada reunión salir más fortalecidas.