COLUMNA EN «EL MUNDO VIVE EQUIVOCADO» CON DANIEL CAMPIONE, HABLANDO SOBRE GOLPE DE ESTADO DEL 1943 PERONISMO Y ANTIPERONISMO.

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En la columna de historia politica de los dias viernes, el columnista Daniel Campione hablo sobre el golpe de estado del 43, gran columna que nos deja reflexionando como siempre.

Alguna vez, Perón explicó que toda revolución tiene cuatro etapas: la filosófico-doctrinaria, la toma del poder, la dogmática y la institucional. Durante los años de la Década Infame, no fueron pocos los grupos de militares y civiles que iban preparando las bases programáticas que después se reflejarían con toda fuerza durante el peronismo. Entre estos, el grupo de ex yrigoyenistas reunidos en FORJA; pero también los oficiales que pronto formarían el Grupo de Oficiales Unidos (GOU), una sociedad militar secreta constituida el 10 de marzo de 1943.

Estando más o menos perfiladas las bases programáticas, la toma del poder no tardó en venir. Aunque no había pasado mucho tiempo del golpe militar de 1930 contra Hipólito Yrigoyen, el nuevo cambio de comando en el país tenía nuevos elementos. El 4 de junio de 1943, aprovechando la apatía del pueblo hacia un gobierno corrupto, conservador y fraudulento, los militares, encabezados por los generales Arturo Rawson, Pedro Ramírez y Edelmiro J. Farrell (que fueron reemplazándose uno a otro) asumieron el poder. La Segunda Guerra Mundial y una clase obrera largamente postergada en sus demandas formaron parte del trasfondo de los reacomodos.

En medio de la inicial confusión, sólo el GOU tenía un plan para llevar adelante. Con algunas de las principales secretarías en sus manos, fue Juan Domingo Perón el que ganó un extraordinario protagonismo, al hacerse cargo de un relegado pero potencialmente muy aprovechable Departamento de Trabajo.

Por entonces, el nuevo gobierno, influido por ideas nacionalistas de derecha, ultracatólico, antiliberal y autoritario, dio elementos a la oposición que se conformó de inmediato para que pudiera acusarlo de fascismo. Sin embargo, ante el mismo proceso, grupos como FORJA y numerosos fragmentos de la población, mayormente postergados, apoyaron el golpe o, cuanto menos, se llamaron a cautela. Creían entonces que podía iniciarse un proceso de recuperación de soberanía nacional, de industrialización y empleo y de conquista de derechos laborales y sociales.

Para recordar sin homenaje este nuevo quiebre de la constitucionalidad en el país, reproducimos un fragmento del diario La Vanguardia, órgano de prensa del Partido Socialista en la Argentina, publicadas tras el golpe, donde se critica duramente al gobierno de Ramón S. Castillo, a un día de su derrocamiento.

Fuente: Diario La Vanguardia, 5 de junio de 1943, en Felipe Pigna, Los mitos de la historia argentina 3, Buenos Aires, Planeta, 2006, págs. 305-306.

«El gobierno del doctor Castillo fue el gobierno de la burla y el sarcasmo. Su gestión administrativa se desenvolvió en el fango de la arbitrariedad, el privilegio, la coima y el peculado. Toleró ministros y funcionarios ladrones y firmó, displicentemente, medidas que importaban negociados. (…) Eligió su sucesor a pesar del clamor de la opinión pública y de la repugnancia de algunos miembros del partido oficial. La fórmula de los grandes deudores de los bancos oficiales contaba con la impunidad oficial.»

 

La Vanguardia, 5 de junio de 1943

El golpe de estado de 1943

1. Los participantes
Según el historiador Tulio Halperín Donghi, la jornada del 4 de junio de 1943 se
caracterizó por la pasividad de la sociedad ante el golpe realizado por la logia militar
llamada GOU. Sólo fue apoyado activamente por dirigentes políticos poco importantes
para el gobierno anterior, en un espectro que variaba del radicalismo al nacionalismo
filo fascista. Tenían la secreta esperanza de darle su orientación ideológica a este
movimiento revolucionario poco definido, que en su proclama sólo subrayaba aspectos
éticos, sin aportar soluciones específicas.
Algunos radicales habían tratado de convencer al Gral. Ramírez (ministro de Guerra
del presidente Castillo) para que hiciera el golpe, porque querían poner fin a la
humillante situación a la que eran sometidos por los conservadores, árbitros de los
destinos del país por medio del fraude. Anhelaban cambiar la situación, pero no por
esfuerzo propio sino por el accionar de otros, que podían ser, por ejemplo, el cuerpo de
oficiales; el premio para Ramírez sería la presidencia de la República.
Pero Ramírez no fue convencido por ellos sino por el GOU, que tenía como principios
el nacionalismo, el anticomunismo y el ultra catolicismo. Los partidos liberales habían
caído en descrédito, porque todos los partidos políticos existentes en la Argentina, aún
los más desfavorecidos, habían terminado participando en el sistema de gobierno de la
Década Infame, avalándolo con su participación. Incluso varios dirigentes radicales se
habían visto mezclados en casos de corrupción.

2. El problema de la justicia social
Perón, como militar, había viajado a lo largo del país y conocía los problemas de la
intensa pobreza en todas sus regiones. En 1936 se habían rechazado como “inaptos” un
altísimo porcentaje de los jóvenes que debían hacer el servicio militar obligatorio, al
estar enfermos o con problemas por la mala alimentación. Según Mariano Plotkin,
antes de 1943 la Argentina carecía de un sistema estructurado para la provisión de
servicios y asistencia social. La legislación social estaba limitada en general a leyes
aisladas y el sistema de jubilación era totalmente inadecuado y estaba en constante
déficit.
En cuanto a los servicios para la salud pública, no era mejor la situación, dejándose
en manos de la Sociedad de Beneficencia de la Capital gran parte de la responsabilidad.
Ésta era una institución oficial (dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores y
Culto desde 1908) creada por Rivadavia para quitarle a la Iglesia Católica el control
sobre la caridad; administraba en 1934 hospitales, maternidades y asilos. Sus fondos
eran provistos en la mayoría por el Estado; apenas una pequeña proporción provenía de
donaciones privadas, y en ciertas épocas del año los niños internados en asilos y
orfanatos dependientes de esta institución eran enviados a pedir limosna por las calles,
vestidos con los tristes uniformes que los caracterizaban.
Tanto el Ejército como la Iglesia se estaban preocupando por el tema de la “justicia
social”, debido a la pobreza extrema de gran parte de la población. Temían que los
comunistas aprovecharan la situación y provocaran grandes disturbios sociales. La
Iglesia creía paliarlo por medio de la “caridad”, organizando la “Gran Colecta Nacional”.
El Ejército prefería tomar el ejemplo de la Italia fascista, donde se controló a las masas
a través de una moderada política social.

3. El proyecto de Perón
La aplicación del liberalismo en el mundo capitalista había sufrido grandes cambios
tras la crisis económica de 1929/30. El economista inglés John Maynard Keynes
sostenía que el Estado tenía el deber de garantizar el funcionamiento del aparato
productivo, mantener elevado el nivel de inversiones, sostener una política de pleno
empleo y de consumo o inversión de capitales para equilibrar la situación de los países
arrasados por la crisis. Sus consejos fueron seguidos por numerosos países. En nuestro
país, el intervencionismo estatal se aplicó con el ministro Pinedo en la Década Infame,
pero no se preocupó por la suerte de todos sus habitantes sino sólo por la de los
productores más importantes.
A diferencia de Pinedo, Perón pensaba que era indispensable ocuparse de las clases
bajas. De su paso por Italia Perón adquirió elementos para tratar de organizar la
sociedad argentina de acuerdo a un proyecto propio de alianza de clases, promoviendo
el crecimiento nacional a través de la industria, e integrando la clase obrera a la
sociedad política. La crítica fundamental de las clases medias a sus planes consistía en
que era un modelo tomado de un Estado totalitario, y trasladado a un gobierno militar
(de neto corte autoritario, como es característico de todos los golpes de Estado).
Necesitaba ir creando las bases sociales para que esto pudiera caminar. Desde la
Secretaría de Trabajo y Previsión Perón se abocó a fortalecer la relación con los
sindicatos, mediante la concesión de medidas muy concretas: hacer que las
negociaciones de convenios colectivos de trabajo tengan implementación real, aumento
de los montos de las indemnizaciones por despidos, inclusión en los contratos de
cláusulas sobre vacaciones pagas, ampliación del sistema jubilatorio para empleados y
obreros de industria y comercio, etcétera. El movimiento laboral –sostiene el
historiador Daniel James– en el momento del golpe militar de 1943 era débil y estaba
dividido en cuatro centrales gremiales: la FORA (Federación Obrera Regional
Argentina, anarquista), la USA (Unión Sindical Argentina, sindicalista), la CGT N° 1 y la
CGT N° 2. Tenían muy poca influencia sobre la clase trabajadora. Los sindicalistas –
que habían renunciado hacía tiempo a la lucha revolucionaria– veían con tentación la
posibilidad de participar en la redistribución del poder político. Por primera vez no se
los trataba individualmente sino como una fuerza social necesaria para impulsar un
proyecto de país compartido por todos.

4. La propuesta económica
Según el economista Pedro Paz, el importante desarrollo industrial de la época da pie
a que la naciente burguesía industrial trate de ampliar el mercado interno; es decir, que
pueda haber más consumidores, más gente con posibilidad de comprar, dentro de
nuestro país. Por ello, pese a que en líneas generales siguieran siendo liberales,
empezaron a ver en forma positiva un cierto proteccionismo estatal. Un sector de la
burguesía industrial (encabezado por Miranda) propició una alianza con la clase obrera
y algunos sectores organizados de los grupos medios, definiendo un proyecto político a
través del peronismo.
En un discurso pronunciado en noviembre de 1944, Perón expresa los objetivos de su
política económica:
“La República Argentina produce en estos momentos el doble de lo que consume; es
decir, la mitad de lo que se produce sale al exterior. Yo me pregunto si cuando termine
la guerra será posible seguir colocando nuestros productos en Sudáfrica, Canadá,
Centro o Sudamérica en competición con los Estados Unidos, Inglaterra, Francia,
Rusia, etc. Cuando ya no sea posible exportar, si consumimos sólo el 50 %, ¿cuál será la
situación de nuestra industria, de nuestra producción? Habrá una paralización del 50
por ciento y veremos a un millón de argentinos desocupados que no tendrán en qué
trabajar ni con qué vivir. No habrá otro remedio que aumentar el consumo. Y el
consumo, en una circunstancia tan extraordinaria como la que se nos va a presentar,
solamente podrá aumentarse elevando los sueldos y salarios para que cada uno pueda
consumir mucho más de lo que consume actualmente y permitiendo que cada
industrial, cada fabricante, cada comerciante, pueda, a su vez, producir lo mismo que
hoy sin verse obligado a parar las máquinas y a despedir a sus obreros. Los organismos
del Estado se hallan abocados al estudio de estas posibilidades.”
De este modo, se pasa de una industrialización espontánea a una industrialización
planificada, que, desde el Estado, redistribuye el ingreso, estimula la producción
regional, controla las importaciones, aumenta el empleo del sector público, consolida la
urbanización y llega con estas y otras medidas a ampliar el mercado interno para los
bienes de consumo que la Argentina ya producía.

5. Las relaciones con los terratenientes y los peones
Los terratenientes habían tenido grandes ganancias durante la larga hegemonía
conservadora. El gobierno militar no respetó sus privilegios ni su predominio en la
economía. Con el Estatuto del Peón, se obliga al sector agrario a casi duplicar los
salarios de los peones del campo, aumentando los costos de producción. A fin de evitar
el sistema de relaciones casi feudales que seguían existiendo entre patrón o encargado
y peones, Perón intentó sindicalizarlos. Éstos quedaban incluidos, como todos los
trabajadores, en la legislación protectora de sus derechos, e iban a gozar de vacaciones
pagas, salvaguardias contra el despido arbitrario, aguinaldo y jubilación.
A los arrendatarios se los benefició congelando los arrendamientos que debían
abonar a los dueños de las tierras, pese a la inflación existente. Más tarde tuvieron la
posibilidad de adquirir esas tierras: entre 1948 y 1949 los chacareros arrendatarios se
hicieron propietarios de aproximadamente un millón de hectáreas, proceso que
continuó en los años siguientes. Por supuesto, esto tampoco conformó a los
latifundistas.
La creación del IAPI (Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio) asestó
un duro golpe al agro: parte de las ganancias se las quedaba el Estado para la
promoción industrial y la política social que estaba llevando a cabo. Los grandes
beneficios que las empresas cerealeras tenían por la compra de cereales a los pequeños
y medianos productores para la exportación cesaron, debido a que debían venderle al
Estado, al precio que éste fijara. Con la reducción de rentabilidad se disminuyó también
el área sembrada. Con esta política, los latifundistas estuvieron siempre en la vereda
opuesta al peronismo.

6. El vínculo con Evita
En una sociedad tan estructurada y prejuiciosa como la de principios de siglo, Juan
Domingo Perón se debió sentir mal o diferente por ser hijo “natural” (nació antes de
que sus padres se casaran) igual que su hermano mayor. Peor aun Evita, cuya madre
nunca estuvo casada con su padre, sino que era, junto con sus cuatro hermanos, hija de
una relación “ilícita” (su padre estaba casado con otra mujer, en otra ciudad), por la que
eran despreciados en el pueblo. Cuando Evita fue a vivir a Buenos Aires para abrazar la
carrera actoral, cayó bajo el rótulo que la sociedad ponía a las actrices, acusándolas de
tener una moral liviana. Como actriz se la aceptaba sin juzgarla demasiado, pero era
muy distinto que fuera la amante de un militar que estaba en el gobierno.
Juan Domingo Perón y María Eva Duarte se habían conocido en una función a
beneficio de los damnificados por el terremoto de San Juan (enero de 1944), y poco
después comenzaron a vivir juntos. Evita sentía que al lado de Perón podía trabajar por
los humildes para recuperar su dignidad humana, acompañando su labor en la
Secretaría de Trabajo y Previsión. Muchos pensaron que era una oportunista, otros la
despreciaron por su condición social. Cuando se vio que podía influenciar en
nombramientos de funcionarios, reaccionaron con presteza, y se le pidió a Perón la
renuncia a sus cargos el 8 de octubre de 1945.
7. La oposición
Los sectores industriales estaban disconformes con la política social de Perón porque
no sólo le aumentaba los costos, sino que generaba constantes demandas por nuevas
mejoras. Un empresario afirmaba que “luego de dos años de contar con la protección de
Perón, los trabajadores querían obtener más, trabajando menos”.
También la Unión Industrial Argentina se quejaba, en 1944:
La indisciplina que engendra en las empresas el uso siempre más generalizado de un
lenguaje que presenta a los patrones en una posición de prepotencia y a cada acuerdo
no como un acto de justicia sino como una “conquista”.
En septiembre de 1945 la oposición organizó una gran manifestación (entre 65.000 y
250.000 personas, según la fuente), llamada “Marcha de la Constitución y la Libertad”.
Concurrieron a la misma desde conservadores hasta comunistas, acusando a Perón y al
gobierno militar de nazis. Consideraban que la victoria aliada en la Segunda Guerra
Mundial significaba el triunfo del liberalismo, y que ellos debían continuar su papel
histórico en la Argentina, siguiendo la línea liberal de la Revolución de Mayo y de
Caseros (que había derrocado a la “tiranía” de Rosas).
Según Halperín Donghi, pese a que el gobierno militar abandonó progresivamente la
política autoritaria, no se ganó el apoyo de las clases medias; por el contrario, cuanto
menos fascista se mostraba, más lo acusaban de serlo. Con ese tipo de descalificación,
no lo reconocerían a Perón como candidato válido para gobernar en una democracia.
La oposición quería que el Ejército se retirase a los cuarteles y que se entregara el
gobierno a la Suprema Corte de Justicia. Otra manifestación, la del 12 de Octubre en
Plaza San Martín, culminó con violencia; los sindicatos no identificados con Perón y los
partidos Socialista y Comunista instaban a unificarse contra las maniobras del nazifascismo.

8. El confinamiento de Perón
Como resultado de las presiones, Perón se vio obligado a renunciar a todos sus
cargos. Se despidió con un discurso a los trabajadores el 10 de octubre, en el que
hablaba no ya como parte del gobierno sino como simple ciudadano, recordando lo que
había luchado por la libertad y los derechos de los trabajadores. Sin embargo, terminó
su alegato rogándole a los trabajadores que conservaran la calma, con su conocido lema
“de casa al trabajo y del trabajo a casa”, puesto que el presidente Farrell le había
prometido que seguirían en vigencia los beneficios sociales ya otorgados.
Sin embargo, para quedarse tranquilos respecto a Perón, prefirieron ponerlo preso en
la isla Martín García. Perón pensaba que con eso comenzaba su muerte política.
Buscando el efecto contrario, sus opositores lograron sacudir la pasividad de los
obreros, al hacer ostentación de arbitrariedades. Los patrones se negaron a pagar doble
el jornal a quienes habían trabajado el 12 de octubre (feriado), a otorgar las vacaciones
anuales prometidas con anterioridad, y les decían a los empleados “Vayan ahora a
quejarse a Perón”.

9. El 17 de octubre
En la reunión de la CGT del 16 de octubre se plantearon dos posturas: quienes
querían hacer un paro general para pedir la liberación de Perón, porque ello significaba
mantener las conquistas de los trabajadores; y quienes preferían no demostrar
dependencia de una persona, sino seguir negociando con el gobierno para ver si se
cumplían o no los beneficios ya otorgados. Ganó la primera moción, pero en la
redacción de la declaración de huelga general para el día 18 de octubre no se
mencionaba a Perón directamente.
Sin embargo, la gente no esperó al 18 de octubre: comenzó a salir a la calle el 17, y al
grito de “Viva la huelga” y “Viva el coronel” visitó las fábricas en Avellaneda para
marchar todos hacia Plaza de Mayo. El sindicalista Cipriano Reyes jugó un papel
fundamental en estos hechos, y Perón le dijo, días después: “Usted es el héroe del 17 de
Octubre”. Reyes afirmó siempre el carácter autónomo de la movilización, sin influencia
de ningún cuerpo orgánico ni manipulación del poder ni de Perón. Quienes habían
planteado la huelga general para el 18 se sumaron a la movilización espontánea del 17,
en la que no había pancartas ni cánticos políticos.
Perón, que había sido trasladado al Hospital Militar por afirmar que el clima de la isla
Martín García le había afectado la salud, fue solicitado por la muchedumbre en la Plaza
de Mayo, que no se iba a mover hasta que él llegara. Recién a la noche Farrell cedió a
las presiones y fue a buscarlo. Juntos se presentaron en el balcón de la Casa de
Gobierno. Perón confesó en otra oportunidad que solicitó a la multitud que cantara el
Himno Nacional Argentino a fin de tener unos minutos para improvisar un discurso,
porque el hecho lo había tomado de sorpresa. Había nacido el movimiento peronista.

10. Las versiones
Existen controversias sobre la participación o no de Evita en este acontecimiento. El
historiador Mariano Plotkin constata que en los medios de difusión de esos días no se
la mencionó, y que recién después de 1947 la propaganda oficial le da a Evita un papel
central y activo en los acontecimientos de ese día. Algunos sindicalistas, como Reyes o
Luis F. Gay, sostienen que no vieron a Eva Duarte organizando nada. Otros, como
Mariano Tedesco, Andrés Framini y Angel Perelman, afirman que tuvo un rol
fundamental recorriendo barrios y sindicatos para que se luchase por la libertad de
Perón.
Los medios periodísticos tuvieron diferentes visiones. La mayoría, antiperonista,
habló sólo de “grupos revoltosos”, “grupos aislados que no representan al auténtico
proletariado argentino”, “individuos en completo estado de ebriedad”, o cuanto mucho
el neutro término de “trabajadores”, dejando constancia con esto de que no estaban
todas las clases sociales sino sólo parte de una. La foto más difundida de este
acontecimiento es la de los obreros con los pies en la fuente, profanando con esta
actitud irreverente la Plaza de Mayo.
El Partido Comunista se refiere al “malón peronista –con protección oficial y
asesoramiento policial– que azotó al país”; éste entraña un peligro, por lo que
“nuestros camaradas deben organizar y organizarse para la lucha contra el peronismo,
hasta su aniquilamiento”.
Al evaluar la CGT los acontecimientos de los días anteriores, no hace mención alguna
en el acta sobre la movilización que ellos no habían convocado: como si no hubiera
existido, afirman que la CGT tuvo un éxito rotundo en el paro del día 18, y que las
reclamaciones que motivaron la declaración de la huelga fueron debidamente
atendidas por el presidente Edelmiro J. Farrell. Sin embargo, según afirma Plotkin, el
mismo 17 Perón había cambiado el sentido del 18: en lugar de ser un día de protesta,
debía ser un día de festejo por lo logrado.
El único diario de publicación masiva que dio una versión diferente fue La Época:
afirmó que el protagonista de los hechos del 17 de octubre había sido el “pueblo”
movilizado espontáneamente para rescatar a Perón, “líder máximo del pueblo
argentino”.

PH: Dany Lang
Redaccion; Dany Lang + LULABAY PRODUCCIONES EN ARTE.
Audio: Infierno Abstracto IA (producciones)

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