Claudio Acosta: El virus no alcanza para comprender.

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Por Claudio Acosta, médico generalista

Hay situaciones que el virus no alcanza a explicar y, el silencio como la indiferencia hace mucho mal. Esta semana al igual que el invierno pasado, me invitaron a conocer las condiciones en la que se vive en uno de los asentamientos de la ciudad.

Tan crítica es la realidad allí, que si no se actúa a tiempo pasaremos a ser parte de una de las tantas realidades que avergüenzan a nuestro país. Una exageración podría pensar alguien de por acá pero, quien lo haga de buena fe no tiene más que ir al Nuevo Salitral, a orillas de la laguna, acá nomás a veinte cuadras.

Si además alguien cree que en ese lugar la gente está mandada por especulación política, le invito a que intente pasar una noche de frío en el lugar. Sólo alguien sin recurso de ningún tipo es capaz de tomar la decisión de llevar a su familia a vivir en condiciones tan hostiles.

Cuando se le pregunta a una de las tantas mujeres que allí viven, si su bebe de 2 meses tiene los controles de salud correspondientes, dice que sí. Pero resulta que vive sobre piso de tierra y su casa está hecha de cartones, alambres, lonas, bolsas, palos y chapas oxidadas. No tiene más calefacción que la llama que brinda la leña con el riego de intoxicación e incendios, teniendo como baño un balde y el descampado. Bañarse sin agua suficiente y helada es todo un sufrimiento diario. Por el frío durante todo el día su niño esta apilado de ropas y por la noche duerme vestido junto a ella con el riesgo que implica para la criatura. Sin electricidad, celular ni computadora sus otras 4 niñas no pueden realizar sus tareas escolares en tiempos de aislamiento social y su marido duerme dentro de un auto porque no caben en la casita.

Cómo pedirle a estas familias que no salgan a changuear porque hay que cumplir con el aislamiento obligatorio? Por supuesto que para ellas el COVID-19 no es la preocupación principal.

Pienso si la solidaridad/caridad de la gente alcanza para terminar con tanta injusticia. Si esto va a terminar cuando llegue el fin de la pandemia y cuál es nuestra responsabilidad como Estado que por supuesto incluye a los gobiernos.

Ayudar al otro/a siempre es un acto noble aunque su significado varía. La caridad está bien vista por quienes están interesados que las cosas se mantengan tal como están. Cae bien y es aceptada como “gesto sensible”, entre otras cosas porque lo caritativo siempre es de carácter individual y vinculado a lo material.

La solidaridad en cambio no cuenta con tan buena fama ya que, puede trascender la donación, requiere cierto grado de comprensión y como puede ser colectiva habilita a que se ponga en discusión el estado injusto de las cosas. Acaso ¿Cuántos de nosotros/as estamos dispuestos/as a brindar nuestro tiempo y el de nuestras familias para cambiar el orden de las cosas?

Cabe preguntarse ¿por qué existen en este país poquitas personas millonarias y tanta gente viviendo en asentamientos. Porqué negociar y pagar en plena emergencia social y sanitaria una Deuda Externa que nunca fue contraída para mejorar la calidad de vida de la gente? Cuántos derechos se podrían garantizar con el dinero que se destina a pagar esa deuda ilegal, ilegitima y odiosa?

Mientras tanto son cientos los comedores donde vecinos/as concurren para retirar un plato de comida caliente. Bolsas de alimentos se entregan en miles y son recibidas como “bendiciones” por las madres y padres que padecen la tarea de tener que acostar a sus hijos e hijas con la panza vacía.

Claro que la salud con este panorama no está garantizada para un importante sector de nuestra población.

Además de todo nos ocurre la pandemia que exacerbó esta situación crítica que viene de antes. Me refiero a la pobreza estructural que existe en nuestra ciudad afectando a 2-3 generaciones y que, no alcanza para resolverla con entregar eternamente mercadería y/o planes. Este planteo es una verdad trillada, incluso en la actualidad por quienes durante los últimos cuatro años aplicaron políticas brutales de ajuste y hoy se presentan como la “oposición”. Sin embargo es algo a tener muy en cuenta para cualquier gobierno que diga preocuparse por su pueblo.

Erradicar la miseria, que sí existe en Santa Rosa, es obligación para garantizar la dignidad y autoestima de las personas sin tener que depender del “rescate” permanente de nadie. Estado y Sociedad no deberíamos conformarnos con acciones caritativas hacia las vecinas/os que viven en pésimas condiciones. De lo que se trata es de garantizar los derechos elementales para todas y todos.

Como dice Eduardo Galeano, «a diferencia de la solidaridad, que es horizontal y se ejerce de igual a igual, la caridad se practica de arriba a abajo, humilla a quien la recibe y jamás altera ni un poquito las relaciones de poder». Si algo nos permite la pandemia y la crisis actual del sistema es plantearnos la tarea de lograr una sociedad más justa y equitativa.

Santa Rosa, 28 de junio 2020

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