A 44 años de la Masacre de los curas palotinos

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En la mañana del 4 de julio de 1976, en la iglesia de San Patricio, en el barrio porteño de Belgrano, son hallados los cuerpos sin vida de cinco sacerdotes palotinos, llamados así por ser seguidores del apostolado de Vicente Pallotti.

Entre los sacerdotes figuran el padre Alfredo Leaden, nacido el 23 de mayo de 1919 en Buenos Aires, delegado de la Congregación Palotina Irlandesa; Pedro Eduardo Duffau, nacido el 13 de octubre de 1908 en Mercedes, director del colegio de San Vicente Palotti y Alfredo José Kelly, nacido el 5 de mayo de 1933 en Suipacha, párroco de San Patricio.

Los seminaristas eran Salvador Barbeito, nacido el 1º de septiembre de 1951 en Pontevedra de 29 años, profesor de filosofía y psicología y rector del Colegio San Marón; y Emilio José Barletti, nacido el 22 de noviembre de 1952 en San Antonio de Areco, también profesor y estudiante de abogacía.

Se dice que el asesinato de los padres palotinos fue para vengar a veinte policías muertos en un atentado llevado a cabo unos días antes por los Montoneros en las dependencias de la Superintendencia de Seguridad Federal, tal como lo dejaron escrito los asesinos en una pared: “Estos zurdos murieron por ser adoctrinadores de mentes vírgenes y son Tercermundistas” “Por los camaradas dinamitados en Seguridad Federal. Venceremos. ¡Viva la Patria!».

Los cinco palotinos asesinados estaban consustanciados con la Teología de la Liberación, defendían los derechos humanos y hacían obra misional en Los Juríes, Santiago del Estero, un pueblo originario ubicado a casi 300 kilómetros de la capital provincial. Como seminaristas y también estudiantes universitarios, modificaron ciertas costumbres, como negarse a tener cocinera, dejar de cobrar los casamientos, trabajar afuera, dar homilías con un ímpetu y contenido tercermundista que molestaban a algunos feligreses.

Probablemente, resaltando los abusos sobre los obreros en las grandes empresas industriales, las condiciones de vida en las villas miseria de Buenos Aires, la desocupación, el bajo presupuesto destinado a la salud pública, la exclusión educativa en las zonas más pobres del interior. La Iglesia transita los dos caminos que tiene por delante: la cercanía con los poderes de turno por un lado, y la participación en el movimiento de curas tercermundistas, por otro.

Esta división se manifiesta en los debates en la asamblea episcopal sobre la llamada “Biblia Latinoamericana”; ante los pedidos de familiares y amigos de los desaparecidos; en la postura ante la visita de la Comisión Interamericana de los Derechos; en la respuesta al pedido de audiencia de las Madres de Plaza de Mayo (mayo 1981).

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