Aunque en la Argentina se popularizó que el 1° de agosto se bebe caña con ruda casi como un amuleto personal, en realidad, el inicio del mes de la Pachamama remite al respeto absoluto a la Madre Tierra en un sentido ambiental y de convivencia.
También se trata de conciencia personal y colectiva porque la búsqueda de equilibrio en la relación con la naturaleza y con los demás es la constante en la vida de los pueblos indígenas que ocupan el noroeste argentino y valles y montañas de Bolivia, Perú, Colombia y Ecuador, principalmente.
La caña con ruda por otra parte deriva de una tradición guaranítica asociada, efectivamente a un remedio para contrarrestar enfermedades pero en sí, no tiene que ver con el sentido profundo de honrar a la tierra que «ofrece» todo a sus hijos e hijas y a la que, pide el ritual, hay que conocer y reconocer.
Muchos traducen pachamama como «diosa» de la tierra, «deidad» de la fertilidad o de las cosechas o creen que se trata de una leyenda pero esa interpretación empobrece y por lo tanto desvirtúa el significado de la relación que los «runas» (seres humanos) buscan con la tierra o el territorio donde las comunidades están asentadas.
Entonces, la Pachamama no es una leyenda ni una creencia sino un ser vivo, una entidad, es el planeta en el que vivimos que tiene derechos como se lo reconocen las constituciones de dos Estados: la República de Ecuador (2008) y el Plurinacional de Bolivia (2009).
Ecuador dedicó el capitulo séptimo de su nueva constitución a los «Derechos de la Naturaleza» y en su artículo 71 señala: «La naturaleza o Pacha Mama, donde se reproduce y realiza la vida, tiene derecho a que se respete integralmente su existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclos vitales, estructura, funciones y procesos evolutivos. Toda persona, comunidad, pueblo o nacionalidad podrá exigir a la autoridad pública el cumplimiento de los derechos de la naturaleza».
Desde la Argentina, salió un gran aporte para este debate porque el actual juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CoIDH) Eugenio Zaffaroni en su libro «La pachamama y el humano», analiza la evolución del pensamiento filosófico y jurídico respecto de la naturaleza o como dice la tradición judeocristiana «la creación».
Anticipatorio de los tiempos de pandemia que vive la humanidad, durante la presentación del libro a mediados del 2012, Zaffaroni habló de la cuestión de fondo que no es sólo para pueblos indígenas o ecologistas sino también para la ciencia: la crisis de extinción a la que se avecina la humanidad si no se establece una «convivencia amable» con la naturaleza.
«Si siguen depredando los ríos, las montañas y los animales que lo habitan el planeta va a seguir viviendo, el planeta no se va a terminar, pero los que no vamos a seguir viviendo somos nosotros, los seres humanos», aseguró el jurista entonces.
En el texto, Zaffaroni asegura que el «deterioro planetario solo puede detenerse con un fuerte replanteo civilizatorio» y culpa casi por igual al sistema capitalista y al marxismo tradicional porque, este último «actuó con idéntica irresponsabilidad respecto de la naturaleza» cuando operó como ideología institucionalizada.
En el epílogo del libro el abogado especialista en derechos humanos Matías Bailone sostiene que con la proclamación de los derechos de la naturaleza «se instaura una cosmovisión emergente que pretende reconstruir la armonía y el equilibrio de la vida, y que es la respuesta de las comunidades originarias de nuestra región: el paradigma del ‘Buen Vivir'».
En la región y en todas las regiones los guías espirituales, que dan forma y emergen de las comunidades y pueblos tienen distintos nombres y en el caso de los «koguis» habitantes de la Sierra Nevada de Colombia se llaman «mamos» quienes hablan de las leyes para mantener el equilibrio entre la humanidad y la naturaleza.
«Nuestra ley es la ley del agua, es la ley del sol, la ley del rayo. No admite reformas, no conoce decretos, no acepta constituciones ni políticas, porque nuestra ley que rige la vida permanece en el tiempo. Para que la armonía vuelva a nuestras vidas, es necesario que la ley creada por los hombres respete y acate la ley de origen, la ley natural, la ley de la vida, la suprema ley de los Mamos».
Por Alba Silva