Por Socorro Santa Rosa
En abril de este año ante la contingencia Covid 19 distintxs profesionales pampeanxs relacionadxs con la salud decían: “Las problemáticas de salud que habitualmente acompañamos los equipos de atención primaria, sin embargo, no se toman cuarentena y hasta es esperable que en este contexto asuman mayores dimensiones por la complejidad del escenario. Es fundamental en este sentido poner particular esfuerzo en dar respuesta al impacto en la salud mental, con servicios accesibles para la consulta y el acompañamiento de usuarios/as y sus núcleos familiares; atender a las necesidades en salud sexual, reproductiva y no reproductiva, entendiendo el acceso a anticonceptivos y la ILE como demandas de urgencia; garantizar la continuidad de tratamientos hormonales para la población trans; fortalecer las estrategias de abordaje de las violencias por cuestiones de género; facilitar el acceso a la medicación de los/as pacientes con enfermedades crónicas no transmisibles; y sostener el seguimiento del embarazo y niños/as pequeños/as”.
Las y les socorristas conocemos los beneficios y problemas de intentar acceder a nuestros derechos sexuales reproductivos y no reproductivos en los centros de atención primaria de la salud, las postas. Son los lugares a los que las personas vamos de manera cotidiana; el lugar donde nos conocen, donde conseguir un turno no es de acá a dos meses, donde la maquinaria de la burocratización de la salud puede ser quebrada, torcida un cachito pensando en nosotres, nuestras vidas, nuestros afectos y necesidades y deseos. También pueden ser lugares expulsivos, de ninguneo, de sostenimiento de prejuicios y discriminaciones. Lugares llenos de maltrato.
Las postas pueden ser esas dos cosas. Por eso las y les socorristas armamos recorridos posibles cuando las personas van a solicitar Interrupciones Legales de Embarazo (con o sin virus necesitamos abortar igual). Sabemos, construimos, tanteamos a quién llamar, a quién pedirle un turno, sobreturno, un ratito de tiempo por fuera de lo previsto para atender a una persona que lo necesita. Y no siempre importa qué dirección tiene esa persona en el documento, si corresponde o no a ese centro de salud si tiene o no obra social. Esa es la categoría de amigable. Alguien que no maltrata, alguien con empatía. Esas son las postas que nos interesan, esos son los vínculos que sostenemos más allá de las diferencias que podemos (y solemos) tener con el sistema de salud.
En el Fonavi 42, desde septiembre de 2016, funciona una Consejería en Salud sexual y reproductiva. Se ha construido como un espacio amigable. Sobre todo, lo sabemos, funciona un equipo de gente que garantiza derechos y que no maltrata. Hace unos años también (dos ponele) que el Hospital Molas, el Ministerio de Salud, Dios, intenta “descentralizar” las ILEs a fuerza de expulsar personas a postas sin empatía, con obstructorxs, torturadorxs. Gente que demora el acceso a derechos, que da mala información y que pretende incidir en la decisión de las personas. Valoramos el trabajo de la única Consejería en Salud sexual y Reproductiva de la ciudad (¿de la provincia?).
Hoy ese equipo de trabajo pierde una de sus miembras. Pilar Galende fue trasladada al Hospital Lucio Molas. Nos apena (pero no nos sorprende) que la decisión sea resquebrajar un equipo de trabajo fuerte, organizado y garantista. El ministerio descentraliza y centraliza según prioridades con las que no estamos de acuerdo porque no tienen en cuenta las necesidades de las personas. Porque subestima la importancia que cumplen los equipos de salud en los barrios. Porque quiebra un grupo solido de trabajo. Porque desconoce que las necesidades van más allá de las contingencias. En cuarentena, de la fase 1 a la 5, a pesar del ministerio y sus decisiones, nosotres seguimos tejiendo, destejiendo y retejiendo redes, sosteniendo las ya construidas con postas y efectorxs amigables para garantizar ILEs.
