Los golpes de Estado desde 1930 a 1976 tenían como propósito esencial restaurar en el gobierno al bloque de poder terrateniente y del capital externo, hegemónico en la construcción del capitalismo local a fines del siglo XIX. Con la ley Sáenz Peña y la presidencia de Irigoyen se inicia un régimen político con voto universal (de varones) y la emergencia de un modelo productivo y de desarrollo que supuso la extensión de la masa social trabajadora y propietarios/as locales de medios de producción, con aliento a la expansión de la industrialización y el mercado interno, lo que supone la ampliación de la producción y los ingresos, tanto de las ganancias como de los salarios. Es una cuestión ampliada y desarrollada bajo gobierno de Perón, con voto, ahora si universal.
En el siglo XX se construyen las dos identidades principales del régimen político local, el radicalismo y el peronismo. Estos gobiernos constitucionales impulsaban programas de reformas democráticas sobre la base de la distribución del ingreso.
Los golpes de Estado pretendían la “restauración conservadora”, solo posible sobre la base de la ruptura del Estado de Derecho. Hace cuatro décadas que no hay golpes de Estado en el país, el periodo más prolongado de constitucionalidad en el gobierno.
El primer intento de restauración conservadora en tiempos constitucionales fue el periodo 2015, gobierno de Mauricio Macri, primer presidente no radical ni peronista, aun con el apoyo de expresiones de ambas partes del bipartidismo tradicional. La novedad del presente es Javier Milei, que con su 30% de núcleo de apoyo propio arrastró a otras identidades políticas para lograr el 56% de los votos en las elecciones de renovación presidencial del 2023. Ahora si puede materializarse la “restauración conservadora” bajo gobiernos constitucionales.
A 40 años del inicio de esta etapa “constitucional”, resulta electo un candidato que proclama la necesidad de volver al modelo de celebración del centenario, de ampliación de la producción y “estado de sitio”. Es importante remarcar la gran expansión de las fuerzas productivas en el ciclo 1860-1910, cincuenta años de dominación oligárquico imperialista, de capitales concentrados para la producción primaria exportadora y la construcción de una infraestructura a ella asociada facilitada por el capital externo, promoviendo industria y sistema financiero, con trasfondo de una lógica de endeudamiento externo, siempre presente en la historia local. Es un tiempo de gestación de la identidad anarquista, socialista y comunista del movimiento obrero por 70 años, reemplazado hacia 1945 por la hegemonía peronista hasta el presente.
La alternancia en la gestión del capitalismo local, de gobiernos constitucionales y golpes restauradores son la explicación de la inestabilidad recurrente manifestada como inflación, que no es otra cuestión que “guerra de precios” en la disputa del plusvalor socialmente generado, sin capacidad hegemónica para disciplinar a las distintas fracciones del capital.
Un intento por saldar la crisis política de la alternancia entre la vigencia de la Constitución y el golpismo restaurador, fue la década del 90 bajo liderazgo peronista y radical, y el intento frustrado de recrearlo durante el gobierno macrista. La hegemonía del poder económico, transitoria durante la convertibilidad, no ha sido restablecida. Expresión de ello fue el 2001 y la modificación que nos llevó del bipartidismo al régimen de dos coaliciones políticas desplazadas por un tercero bajo el programa liberal a ultranza.
Con Milei y su base electoral se intentará volver un siglo atrás, bajo otras condiciones locales y mundiales del régimen del capital, para restaurar una lógica de producción y circulación, por ende, de distribución y consumo, favorable al capital más concentrado. Las nuevas expresiones de la resistencia ensayadas desde el 2001, incluso antes, son manifestaciones de búsquedas por reorganizar la respuesta popular, un tema a desentrañar en el futuro cercano.
Ahí está la clave del presente, entre la aspiración histórica de la restauración conservadora, ahora con consenso electoral o en la capacidad de contrarrestar el más serio proyecto jamás intentado por restablecer el arcaico poder concentrado de una minoría en tiempos de internacionalización de la producción y transnacionalización del capital.
* Doctor en Ciencias Sociales, UBA. Directivo de la Sociedad Latinoamericana y caribeña de Economía Política, SEPLA.
Fuente: Página12