«Para naturalizarlo, hay que hablarlo»

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Facundo Imhoff, la figura de la selección de vóley que hizo público que es homosexual y derriba prejuicios: «Para naturalizarlo, hay que hablarlo»

«Antes sufría mucho, tenía que mentir diciendo que andaba con mujeres y no era así», confiesa. La reacción de compañeros y rivales tras su revelación. Y la pregunta: ¿en el fútbol argentino puede darse un caso similar? «Es muy masivo y muy machista», advierte.

Ahora está feliz. Se lo ve contento. Gozando del deporte que ama. Celebra cada punto como si fuese el último. Aplaude, alienta, grita, toma la voz de mando… Facundo Imhoff atraviesa su mejor momento desde que quebró sus barreras en el vóley. Esas que le impedían expresar libremente su sexualidad. «Hoy lo disfruto mucho. Incluso cuando los partidos se ponen bravos», le dijo a Infobae con una sonrisa que refleja su presente.

Está contento porque no cobra ningún reparo en decir que es gay. Salió del clóset y pelea para que otros deportistas homosexuales se animen a decirlo. «Antes sufría mucho. Tenía que andar escondiendo si tenía una pareja, si subía una historia a las redes o si me veían por la calle. Tenía que mentir diciendo que andaba con mujeres cuando no era así… Era un desgaste de energía mental muy grande», explicó el central de la selección que cosechó una medalla para la Argentina en los Juegos Panamericanos de Lima. «Me lesionaba constantemente y sabía que era por eso. Cuando decidí contarlo, se terminaron las lesiones. El cuerpo mismo me lo estaba pidiendo», agregó.

Luego de intensas noches cargadas de insomnio, el santafesino decidió abrir la puerta de su armario para salir al mundo. «Dije basta. Así no podía seguir. Ayudó mucho mi personalidad, porque soy de los que les gusta hablar y estar pendiente de cada uno. Me lancé solo y después lo acompañé con terapia», recordó el ex Boca que pronto se sumará a Bolívar.

Su proceso fue complejo. No le resultó fácil terminar con ese tabú que tanto acosa a los deportistas homosexuales. «Tuve miedo, porque no sabía cómo iban a reaccionar los jugadores, el cuerpo técnico o los dirigentes de los clubes», reveló desde el Polideportivo Callao. «Tenía el temor de que no me contraten más por considerarme problemático, pero eran fantasmas míos que ya no existen», subrayó.

El impacto en el ambiente tuvo un resultado opuesto al que lo asustaba, dado que «los chicos (compañeros de equipo) lo aceptaron bárbaro». «En la Selección ‘también mejoró el vínculo con los técnicos. Todavía hay muchas noticias basadas en la discriminación que hay en el deporte, por eso está bueno contar otra realidad, para que los deportistas que no se animan a decirlo, lo hagan'», analizó Imhoff.

Su primer paso lo dio con su círculo más íntimo. Romper con el mandato familiar y las tradiciones impuestas por la religión representaron un desafío complejo. «No quería que se enteren por otros. Por respeto, primero se lo conté a ellos», describió Facu con el recuerdo presente de lo que fue aquella charla en la que estuvieron sus padres, hermanos y su abuela.

Hoy todavía les cuesta aceptar la realidad que vive el oriundo de Franck. «Somos una familia de campo, que vive en un pueblito muy chico y conservador; con el peso de la iglesia muy fuerte. Hacen lo que pueden. Me aceptan a su manera. No sé si algún día lo van a lograr, pero le ponen todo. Yo también trato de entender que ellos se criaron en otra época», deslizó el jugador a más de 3.500 km del hogar en el que se crió.

Si bien en la Argentina la comunidad LGBT dio enormes pasos en la lucha por sus derechos, aún hay un largo camino por recorrer. «Nos falta un montón, pero estando acá me di cuenta de que vamos por buen camino. Es un proceso que hay que transitar. Acá me di cuenta de que viven una realidad mucho más complicada».

Su incursión en la competición internacional en la capital incaica también le sirvió para abrir los ojos de una realidad todavía más dura de la que atraviesa la Argentina. «Me hicieron notas de medios peruanos y brasileños y me dijeron que en sus países no hay deportistas que se hayan declarado gays, y los pocos que se manifestaron fueron discriminados», reveló con una mirada que se profundizó con el paso del tiempo: «Acá intentaron hacer la Ley del Matrimonio Igualitario y no la aprobaron. Están mucho más retrasados. Ahora se iba a aprobar una asociación LGBT, pero en Argentina eso lo tenemos hace muchísimos años. Si bien nosotros tenemos mucho por mejorar, está bueno reconocer que vamos bien».

En un mundo en el que no debería plantearse la sexualidad de las personas, ni entrometerse en su ámbito privado, Imhoff advirtió que es necesario expresarse porque «el deporte es muy machista». «Nosotros estamos conviviendo todo el tiempo con los jugadores. Compartimos departamentos, la cancha, hoteles, viajes, el vestuario… es una familia», comenzó su hipótesis. «Se comparte mucha intimidad y por eso uno se siente obligado a contarlo. Cuando uno no lo puede contar, lo reprime. Y cuando uno siente represión en la cabeza, comienzan a aparecer cosas que no sirven para nada, y el rendimiento baja considerablemente. No debería importar, pero es necesario para el jugador», completó.

Él fue uno de los pioneros en salir del clóset. Un ejemplo que deberían aplicar otros deportistas de otras disciplinas para que la inclusión no se plantee como un problema. «Está buenísimo ver que un deportista que lo haya hecho, que le vaya bárbaro y juegue en la Selección. Le cuesta a todo el mundo dar el primer paso, pero con esto se sienta un precedente positivo», aseguró Facu, quien se convirtió en una especie de asesor interno para los que todavía no se atrevieron: «Tuve el llamado de otros jugadores dentro del vóley y de otras disciplinas. Me pedían consejos y me preguntaban las mismas cosas que viví hace unos años. Cuando empecé a dar notas se hizo masivo, y varios jugadores (incluso del ámbito amateur) me dijeron que lo estaban padeciendo en sus clubes».

Lejos de sus días en Rumania, donde padeció la mirada retrógrada de una sociedad cerrada, Imhoff recordó su experiencia en la Europa del Este con humor. «Apenas llegué dije que tenía una pareja homosexual y causó un impacto tremendo en el equipo. Las dos primeras semanas se bañaban dándome la espalda con mucho pudor», dijo entre risas. Pero con el paso del tiempo contribuyó con un grupo de jugadores que supo abrir la mente. «Fue duro, pero yo seguía actuando normal porque el problema era de ellos. Cuando se dieron cuenta de que no pasaba nada, se relajaron y empezaron a hacer chistes. Ahí me di cuenta de que no era por discriminación, sino por ignorancia. Nunca habían tenido a un jugador al lado que diga abiertamente soy gay«.

En un país futbolero, donde en las tribunas aún se escuchan canciones homofóbicas y la homosexualidad se remite a la idea de un insulto, el primer punto para cambiar es que los propios protagonistas tomen cartas en el asunto. «El fútbol debe ser muy difícil. Es muy masivo y muy machista. Todavía hay gente que tiene la mentalidad muy chiquita que es capaz de pensar que no quiere a un jugador gay dentro de su equipo», analizó el central, sin dudar cuál debe ser la clave principal para el cambio: «Tiene que haber alguien que se anime a inmolarse y lo diga. Yo me inmolé en el vóley y estoy feliz de haberlo hecho, aunque no tenga la popularidad que tiene el fútbol».

«Cuando salga el primero, tiene que salir todo el fútbol argentino a bancarlo. Las figuras más importantes de los equipos deberían contribuir también, porque no nos damos una idea de la cantidad de personas que están sufriendo. No es por el simple hecho de decirlo, sino porque esas personas la están pasando verdaderamente mal», concluyó Facundo con una idea que resume su planteo: «Para naturalizarlo, hay que hablarlo». Sin dudas, el tabú de la homosexualidad en el deporte se impone, en muchos casos, porque el propio protagonista es el que lo oculta y no lo dice.

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