Si se quiere peras hay que plantar perales, no olmos

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Julio Gambina es Doctor en Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Profesor de Economía Política de la Universidad Nacional de Rosario.

Por Julio Gambina

Inflación, recesión y cesación de pagos

El mes de agosto termina con agravamiento de la situación económica de millones de personas en Argentina, agudizando problemas de inflación en torno al 55% anual y de recesión proyectada en torno a -3% para el 2019, a lo que debemos sumar los primeros indicios de cesación de pagos.

La cotización del dólar cerró por encima de $62 y sin techo, con la consecuente pérdida de reservas internacionales por más de 250 millones de dólares diarios. El riesgo país sube a 2.500 puntos, elevando las tasas en dólares haciendo más impagable el costo de la deuda pública dolarizada y por extensión al conjunto del endeudamiento. Las tasas de interés de referencia desde el BCRA vuelan al 85% como resultado de la política gubernamental, que incluye las decisiones sobre el ámbito económico y financiero. En ese plano actúa el re-perfilamiento de las cancelaciones de la impagable deuda pública.

No es solo política económica, sino consecuencia directa de un gobierno “de salida” que consolida una gigantesca transferencia de recursos hacia a una minoría privilegiada que concentra el ingreso y la riqueza en el país. Se trata de una definición de modelo productivo y de desarrollo con una lógica capitalista centrada en la ganancia, la acumulación y la dominación.

El mercado es una relación social

El “urnazo” del 11/8 en las elecciones primarias. las PASO, supuso la intervención del “mercado” para exigir el fin de una política anti popular.

Utilizo la expresión “mercado” en sentido opuesto al lenguaje hegemónico que al remitir al concepto aluden solo al sector hegemónico y beneficiado del mismo. Están obviando así que el mercado es una relación social, con ganadores y perdedores.

La masividad del voto y diferencia en contra del rumbo oficial es la voz que en el mercado de consumo no puede satisfacer sus necesidades básicas o alimentarias por insuficiencia de ingresos. Por su contrario, el alza del costo de vida derivada de una inflación engorda los ingresos del sector beneficiado. Pero es también la voz de los excluidos o afectados del mercado de trabajo, aquellos que soportan la precariedad, flexibilización de las relaciones laborales o sufren la merma salarial, las cesantías o suspensiones derivadas de la impunidad empresarial o la recesión.

El mercado es el espacio de encuentro y materialización de una forma económica de organizar la sociedad. La economía capitalista se organiza en torno a las relaciones monetarios mercantiles, por lo que la vida cotidiana se resuelve en el mercado, donde todas y todos actuamos como vendedores o compradores.

De manera regular vivimos comprando y vendiendo para resolver nuestras necesidades. Vendemos la fuerza de trabajo para conseguir recursos monetarios que nos permitan comprar bienes y servicios para satisfacer necesidades cotidianas. Del mismo modo que otros compran esa fuerza de trabajo para activar medios de producción y al tiempo que resuelven sus ingresos, las ganancias, acumulan más recursos monetarios para ampliar, si pueden, el proceso de explotación y dominación.

El “mercado” no es solo quienes definen la suba del tipo de cambio u otros precios de la economía, sino que también son aquellos que pierden aun siendo mayoría en las relaciones mercantiles monetarias capitalistas.

Respuestas oficiales

Desde el gobierno se actúa como siempre, sin escuchar la demanda de terminar con el rumbo y la política en curso. ¿Por qué la afirmación? El resultado concreto de lo acontecido desde las PASO confirma la tendencia al agravamiento de la suba de precios y la recesión.

La devaluación monetaria impacta en pérdidas de ingresos y capacidad de compra de la mayoría. Solo mejoran su situación los grandes exportadores y especuladores, cuyos activos dolarizados se revalúan al ritmo de la depreciación de la moneda local. La mayoría social subordinada a la utilización de pesos solo tiene acceso a una menor disposición de bienes y servicios.

El gobierno no escucha el mandato de las urnas y solo atina a culpabilizar a quienes no comparten su lógica civilizatoria.

Cuando mucho, se aplican medidas compensatorias, de relativo impacto social.

Entre ellas las relativas al mínimo no imponible del impuesto a las ganancias para categorías salariales; o la eliminación del IVA a ciertos productos de la canasta, ejecutado de una manera que no se extiende al conjunto del “mercado”.

Las medidas son limitadas, tal como la restricción de remisión de utilidades al exterior de la Banca, cuando debiera avanzar al respecto sobre el conjunto del sector concentrado extranjero.

Todo es tardío, sin confianza en el sentido último de la compensación y limitación de las disposiciones de último momento, más pensadas para revertir el fracaso electoral que convencidos de una estrategia de redistribución del ingreso.

La mejor prueba al respecto es la convocatoria al Consejo del salario mínimo, que termina por decreto resolviendo una actualización que ni siquiera alcanza al 50% de las necesidades básicas.

No pedir peras al olmo y de cómo sembrar para resolver

No se le pueden pedir peras a un olmo dice el refrán popular y es de absoluta veracidad respecto de lo que puede esperarse del gobierno Macri.

El gobierno espera que el FMI desembolse lo más rápido posible los 5.400 millones de dólares comprometidos para diciembre. Buscan continuar con la fuga de capitales, cancelando vencimientos de deuda, remitiendo remesas de utilidades al exterior (ahora la banca debe solicitar autorización) y dolarizando activos. Todo a costa de una hipoteca a cancelar por el conjunto de la sociedad, a tasas hoy superiores al 20% en dólares.

Macri sigue esperanzado en la ayuda de su principal socio, Donald Trump y el gobierno de EEUU, que como queda claro es quien decide en el FMI más allá de cualquier consideración técnica o profesional.

El gobierno se agota con las botas puestas en su ideología liberal (¿neo?) y evita en la medida de lo posible incluir restricciones (controles) para contener la voracidad de los que dominan en el “mercado”.

Los afectados o subordinados en el “mercado” ya decidieron con su voto terminar con esta experiencia y reorientar la economía y la política.

Solo resta saber si la iniciativa política popular presiona más allá del momento electoral y logra anticipar los cambios, sea antes de las elecciones de octubre o del cambio de gobierno en diciembre.

Es más, el debate próximo apunta a cómo se resolverán las aspiraciones, expectativas y necesidades expresadas en las voluntades del voto crítico a la política del gobierno.

Para ello falta conocer la letra chica del que se hará con el condicionante del FMI y el campo minado que dejan 4 años de macrismo y muchos más de un modelo productivo y de desarrollo de inserción subordinada de la Argentina en el sistema de la transnacionalización.

Si se quieren peras hay que sembrar perales y no olmos, lo que supone discutir la estrategia de transformaciones socio económicas necesarias más allá de las opciones que resultan de la disputa electoral. Muchos descreen de ir más allá del orden capitalista, del horizonte de lo posible, sin soñar con los pies en la tierra cuando las voluntades sociales mayoritarias se expresan para animarse a ir por más. ¿Es voluntarismo? De ningún modo, lo alternativo o alterativo solo es posible si la imaginación social convoca a superar los límites del orden vigente.

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