Rene Favaloro, se cumplieron 18 años de su muerte

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Se cumplieron 18 años de una muerte que conmociono al país, la del reconocido medico cardiocirujano Rene Favaloro. Fue un 29 de julio de 2000 la fecha en que el prestigioso medico se suicidaba con un disparo en el pecho cuando tenía 77 años.

En aquellos años el presidente de la Argentina era Fernando de la Rúa, a quien Favaloro le redacto una carta a modo de despedida donde dejaba sus reflexiones. En ella se transmitía el cansancio por tantos años de reclamar cooperación económica para solventar la fundación que lleva su nombre y en donde el reconocido cardiólogo y educador desplegó una serie de críticas al sistema de salud argentino.

René Gerónimo Favaloro nació en la ciudad de La Plata en 1923. Ejerció la profesión como medico rural en Jacinto Arauz a donde se refiere en uno de los párrafos de su carta de su carta: “Una vez más reitero la obligación de cremarme inmediatamente sin perder tiempo y tirar mis cenizas en los montes cercanos a Jacinto Arauz, allá en La Pampa”.

El responsable de la primera operación de bypass en el mundo dice en la carta “está claro que mi regreso a la Argentina (después de haber alcanzado un lugar destacado en la cirugía cardiovascular) se debió a mi eterno compromiso con mi patria. Nunca perdí mis raíces. Volví para trabajar en docencia, investigación y asistencia médica”.

Preocupado por la excelencia tanto como por garantizar la atención a quienes no tenían recursos cuenta, “Le dimos importancia a la investigación clínica. En lo asistencial exigimos de entrada un número de camas para los indigentes. Así, cientos de pacientes fueron operados sin cargo alguno. La mayoría de nuestros pacientes provenían de las obras sociales”

Con amargura se quejaba de que “debimos luchar continuamente con la corrupción imperante en la medicina (parte de la tremenda corrupción que ha contaminado a nuestro país en todos los niveles sin límites de ninguna naturaleza). Nos hemos negado sistemáticamente a quebrar los lineamientos éticos, como consecuencia, jamás dimos un solo peso de retorno. Así, obras sociales de envergadura no mandaron ni mandan sus pacientes al Instituto”.

Se negaba firmemente a “entrar en el sistema” para que sobreviviera su Fundación: “El proyecto de la Fundación tambalea y empieza a resquebrajarse», escribía con amargura.

Hemos tenido varias reuniones, mis colaboradores más cercanos, algunos de ellos compañeros de lucha desde nuestro recordado Colegio Nacional de La Plata, me aconsejan que para salvar a la Fundación debemos incorporarnos al ´sistema’. Le aconsejaban ‘Pondremos gente a organizar todo’. Hay ‘especialistas’ que saben cómo hacerlo. ‘Debes dar un paso al costado. Aclararemos que vos no sabes nada, que no estás enterado’. ‘Debes comprenderlo si querés salvar a la Fundación’.

Ante esa propuesta respondia “En este momento y a esta edad terminar con los principios éticos que recibí de mis padres, mis maestros y profesores me resulta extremadamente difícil. No puedo cambiar, prefiero desaparecer”.

Se sentía forzosamente querido por el sistema y sabia que incomodaba “A mí me ha derrotado esta sociedad corrupta que todo lo controla. Estoy cansado de recibir homenajes y elogios al nivel internacional. Hace pocos días fui incluido en el grupo selecto de las leyendas del milenio en cirugía cardiovascular.Quizá el pecado capital que he cometido, aquí en mi país, fue expresar siempre en voz alta mis sentimientos, mis críticas, insisto, en esta sociedad del privilegio, donde unos pocos gozan hasta el hartazgo, mientras la mayoría vive en la miseria y la desesperación. Todo esto no se perdona, por el contrario se castiga».

Finaliza la carta diciendo “Estoy cansado de luchar y luchar, galopando contra el viento como decía Don Ata. No puedo cambiar. No ha sido una decisión fácil pero sí meditada. No se hable de debilidad o valentía. El cirujano vive con la muerte, es su compañera inseparable, con ella me voy de la mano. Sólo espero no se haga de este acto una comedia. Al periodismo le pido que tenga un poco de piedad”.

Con mucha lucidez se despide “A mi familia en particular a mis queridos sobrinos, a mis colaboradores, a mis amigos, recuerden que llegué a los 77 años. No aflojen, tienen la obligación de seguir luchando por lo menos hasta alcanzar la misma edad, que no es poco».

 

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